Hace unos años, cuando aún vivía en Ohio, tuve la gran suerte de toparme con la obra de un autor desconocido para mí y, por lo que supe después, también para muchos estadounidenses, y eso que el artista en cuestión fue extremadamente prolífico (se le atribuye la creación de una obra cada dos semanas) además de disfrutar una vida longeva (falleció con casi 102 años).
Recuerdo que en la calle caía una de esas nevadas que solo he visto caer en la zona de los Grandes Lagos, una de esas que te obliga a recluirte en casa por miedo a aventurarte al frío pasmoso y a la ventisca, que hace la conducción, una locura. A la reclusión debo entonces que diera con Viktor Schreckengost.
Nacido en un pueblo de Ohio en 1906, a este artista se le ha distinguido con el apelativo del Da Vinci americano. Además de ser un magnífico saxofonista, también poseía una visión innovadora y funcional de los objetos, haciendo que, especialmente, destacara en el diseño industrial, pero también en la escultura, acuarelas, óleos y dibujos. A él se le atribuye transformar el diseño de la bicicleta, sobre todo los pedales, diseñar cortacéspedes que no se llevaran los dedos de los pies por delante, el diseño del primer camión con cabina avanzada o sobre motor, el diseño de sistemas de reconocimiento con radar durante la Segunda Guerra Mundial, además de prótesis y equipos de reconocimiento de voz durante el periodo bélico, o de diseñar vistosas vajillas a precios asequibles. El artista firmemente creía que no había razón alguna por la que el arte y la producción en masa tuvieran que estar reñidos. Sus Jazz Bowls, considerados iconos del art déco, aparecen entre sus más afamadas piezas, quizás porque su primera propietaria fuera Eleanor Roosevelt, esposa y pariente lejana del conocido presidente.
Por supuesto que la calidad y originalidad de sus obras eran su mejor tarjeta de visita, que él sabía adornar con un carisma y habilidad natural para los negocios que facilitaban su difusión. Sin perder de vista el cómo se hace, cuánto cuesta, funciona bien, es difícil de usar, resulta atractivo, mejora la vida de la persona que va a usar la pieza, y finalmente, cuáles son los puntos fuertes que la hacen comercial, Schreckengost labró su espíritu inquisitivo y creador. Un ejemplo de dedicación y visión. ¿Ojo clínico, tal vez?
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