En época presidencial, parece que, a los escándalos, sobre todo los relacionados con el sexo, les da por salir de debajo de las piedras. Sin ir más lejos, hace unos días nos enteramos de la relación extramarital del excongresista Anthony Weiner (desgraciadamente para el excongresista su apellido también tiene una connotación sexual, supongo que pueden hacerse una idea) con el "arma secreta" de Clinton, Huma Abedin. Por eso, para esta semana, me parece indicado presentar un término inevitable del que, seguro, casi todos, hemos oído hablar.
Watergate (Guótergeit). Entre paréntesis dejo una pronunciación aproximada.
Esta palabra que despegó a raíz del escándalo que involucraba al presidente Nixon allá por los setenta, en el que se le acusaba de espiar el cuartel general de los demócratas y que le costó la presidencia en 1974, se ha vuelto a poner de moda. Y lo ha hecho
anexionando su segunda mitad,
gate, a otras palabras. Ahora, el pobre excongresista lleva la mala suerte por duplicado. Por lo que he mencionado más arriba y, porque, al haber protagonizado un
escándalo, su caso se haya calificado como el
Weinergate.
De la época del presidente Reagan tenemos el
Irangate. Recordemos que varios miembros del poder ejecutivo fueron acusados de vender armas a Irán. O un más reciente
Bridgegate, en el que se vio envuelto el gobernador de Nuevo Jersey, Chris Christie. Pero el inglés americano, que no le hace ascos a las injerencias foráneas si es con letras, se atreve con otros vocablos. Pongamos por caso que el escándalo tiene que ver con maletas, entonces pasará a denominarse
valijagate o
maletinazo, como se llamó por entonces al conocido escándalo de 2007 que implicaba a Venezuela y Argentina.
Así de sencillo. En un momento tenemos montado un escándalo. Y ustedes, ¿conocen algún
Waterazo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario