Norman Borlaug es un gran desconocido al que únicamente se le atribuye salvar mil millones de vidas. Una heroicidad a la que, me parece, no se le ha dado mucho bombo y platillo, porque, al fin y al cabo, su descabellada conducta supone una amenaza a la descontrolada deforestación que nos acosa, ¿y quién quiere parar eso?
Y es que Borlaug, este biólogo y filántropo nacido en Iowa y reconocido con el Nobel de la Paz en 1970, dio con variedades de trigo que fueran de alto rendimiento y resistentes a las plagas. Muchos lo consideran el padre de la agricultura moderna y de la Revolución Verde. Fue en México, Pakistán y La India donde sus resultados tuvieron mayor alcance, aunque sus métodos para aumentar la producción, también dieron frutos en Asia y en África. Pero su conquista aún continúa, porque, apesar de esta hazaña, es imposible acallar las voces, igualmente bienintencionadas, que alertan contra los peligros que supone el aumento indiscriminado de la población.
Pero a Borlaug no se le puede quitar lo que se le debe, de otro modo se estaría incurriendo en una flagrante injusticia. Lo que necesitamos es más gente como él. Más héroes y heroínas, pero de los buenos, porque de los otros, desgraciadamente, vamos sobrados.
¿Hay alguien ahí que pueda salvarnos?
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