En lo que a lo literario se refiere,
Sinclair Lewis fue un hombre con suerte. Extremadamente prolífico,
(entre octubre de 1915 y mayo de 1921 se marcó
más de sesenta relatos, por cierto, muy
bien pagados), consiguió abrir una brecha en la literatura
estadounidense explorando una temática a la que pocos autores se
habían acercado: el hombre de negocios de poca
monta, en especial un substrato económico
algo menos elevado: la
figura del viajante y que
luego recuperará tan maravillosamente
Arthur Miller en
Muerte de un viajante. Entre
sus favoritos, los vendedores
de zapatos o los
agentes
inmobiliarios.
Es
en la primera
década del siglo XX cuando el
avispado y creativo Lewis comienza
su andadura literaria. George Horace
Lorimer, el editor del Saturday Evening
Post, enseguida
se
dio cuenta de la gran demanda de dicha especialidad y
Lewis,
de
envidiable agilidad
mental y
afilada lengua, le
sirvió,
en bandeja de plata, una
mina de oro con
sus sátiras.
Lewis,
que, antes de alcanzar fama como escritor se dedicaba al oficio de la
publicidad, conocía al
dedillo el
arte de manipular el corazón y el ojo humano. De
vivir hoy, sin duda se hubiera quedado pasmado con los nuevos
ingenios que invitan
y seducen al americano a que no se quede atrás en la carrera
consumista.
Sin
embargo, y, dado que hasta
el último día de su vida el
escritor renegó
de la
expansión de la economía
capitalista
y
que
siempre cargó un sentimiento de culpa por
haber participado en una labor que él consideraba degradante y que
lo
vaciaba
de cualidades humanas, me
atrevo a pensar que, con su pluma, hubiera seguido
criticando
nuestro
materialismo. Pero
ojo. Lewis
no
era hipócrita y admitía que provenía de un sistema que él mismo
había contribuido a sustentar. Fue
a raíz de la Primera Guerra Mundial, con
el hambre mercantil de grandes compañías desatado,
como
el
de la
Standard Oil,
cuando
ese rechazo se
le asienta en
el corazón.
No
es que las obras de Lewis puedan catalogarse de profundas, pero,
socialmente, sin
duda fue
un
visionario que supo poner el dedo en la llaga anticipándonos temas de dolorosa actualidad. Algunas
de sus obras
se han llevado al cine. Nos acordaremos de la
sátira
El fuego y la palabra,
con Burt Lancaster haciendo de predicador y de Jean Simmons en el
papel de hermana. O
de Arrowsmith,
a
la que se ha calificado de primera novela científica y
en la que, entre otras cosas, se tratan temas como la ignorancia y la
corrupción. Hace
unos años, allá por el 2016, una novela de Lewis
fue
número uno en ventas en
Amazon: It Can't Happen Here, Eso no puede pasar aquí. Esto es lo que dice la entrada de Wiki:
Sátira política distópica del autor Sinclair Lewis de 1935, cuya trama es la llegada al poder de un nuevo presidente que va a crear un estado fascista en los Estados Unidos en crisis tras el crac del 29. […] La novela describe el ascenso de Berzelius "Buzz" Windrip, un demagogo que es elegido presidente de los Estados Unidos, luego de fomentar el miedo y prometer drásticas reformas económicas y sociales al tiempo que promueve un retorno al patriotismo y los valores "tradicionales". Después de su elección, Windrip toma el control total del gobierno e impone un gobierno totalitario con la ayuda de una fuerza paramilitar despiadada, al estilo de fascistas europeos como Adolf Hitler y Benito Mussolini. La trama de la novela se centra en la oposición del periodista Doremus Jessup al nuevo régimen y su posterior lucha contra él como parte de una rebelión liberal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario