Aviso a navegantes. Desde el 9 de marzo andamos con el horario de verano. Sin embargo, hay dos estados que no mueven las manecillas: Arizona (aunque la Nación Navajo lo sigue) y Hawái.
Ya el avispado de Benjamín Franklin, en comisión de servicios en Francia, anotó que la luz que atravesaba el ventanal de su dormitorio a eso de las 6 de la mañana se le desparramaba encima. Con su reconocido espíritu ahorrador, enseguida pensó en la cantidad de aceite que podría ahorrarse con que se corriera la aguja una horita.
Las ideas de Franklin y las de otros pensadores que vinieron después, como los británicos George Vernon Hudson o William Willett, no se pusieron en marcha hasta que otro país, Alemania, también conocido por su espíritu práctico y ahorrador, aprobara el cambio. La Primera Guerra Mundial fue la gran pantalla sobre la que se imprimiera. Poco a poco, país por país, fuimos sincronizándonos con las primigenias necesidades alemanas de ahorrarse carbón en las casas para poder emplearlo en la Guerra al tiempo que se permitía a los trabajadores rendir más. A Alemania le siguió Estados Unidos en 1918. Con la crisis del petróleo en 1974 España se aunó al cambio.
El supuesto ahorro no es concluyente en Estados Unidos, debido a la gran variación térmica con la que cuenta el país. De momento, nos quedamos como estamos.
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