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viernes, 20 de septiembre de 2024

Kit de inglés 403: change horses in midstream

Y esta semana, para desintoxicarnos un poco de tanto discurso electoral insulso, marchando una expresión traída por la más grande figura literaria presidencial que haya dado este país: Abraham Lincoln. Del presidente es la forma change horses in midstream, literalmente "cambiar caballos en mitad de la corriente", y que podríamos traducir por mejor quedarnos con lo que tenemos o seguir adelante con el plan trazado

Pronunciación con resoplidos: " chéinch jórsis in mídstrim". Y la buena aquí, con Daphne Gray Grant.

Esta forma la utilizó Lincoln en un discurso que diera un 9 de junio de 1864 a la Delegación de la Unión, la cual le instaba a que se presentara a la reelección en noviembre de ese año. Lincoln dice que esta expresión la sacó de un granjero holandés. Esta es la frase que aparecía en el discurso: 

An old Dutch farmer, who remarked to a companion once that it was not best to swap horses when crossing streams.

Un viejo granjero holandés una vez le dijo a un compañero que era mejor seguir adelante con la decisión tomada que empezar algo nuevo.

viernes, 21 de junio de 2024

ATENEO LIBERTARIO CARABANCHEL LATINA

Para los que no tuvieron ocasión de pasarse por Fuenlabrada y asistir a la presentación de El Batallón de las Lincoln, una colección de relatos sobre trece mujeres estadounidenses que estuvieron en España y que, en su mayoría, participaron en la guerra civil. Encuentro literario el jueves, 27 de junio, a las 19:00 horas, en el Ateneo Libertario Carabanchel Latina, calle Ánade 10, segunda planta, metro Oporto, en Madrid. 

Nos vemos.

domingo, 19 de febrero de 2023

¿Quién dijo "la vigilancia eterna es el precio de la libertad"?

Febrero es el Mes de la Herencia Afroamericana. Para conmemorarlo, traemos la figura de una mujer extraordinaria, Ida B. Wells. Educadora, periodista y defensora de los derechos de las personas afroamericanas. 

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Ida nació en Holly Springs, Misisipi, en julio de 1862, seis meses antes de que Lincoln emitiera la Proclamación de Emancipación en Estados Unidos. Al cumplir los 16, sus padres y uno de sus hermanos fallecen a causa de la fiebre amarilla. Ida decide hacerse cargo de toda la familia para evitar así su desmembración. Consigue un puesto de maestra y, con la ayuda de su abuela, y más tarde con la de su tía Fannie, que los invita a que se vayan a vivir con ella a Memphis, Tennessee, logra salir adelante. 

Un día de septiembre de 1883, adquiere un billete de primera clase en el tren que la llevaría a Woodstock, ciudad cercana a Memphis y en la que trabajaba de maestra. El revisor, al encontrarla allí, inmediatamente intentó convencerla de que estaba en el vagón equivocado y de que tenía que irse a otro. Ida no accede a marcharse y la echan por la fuerza. Tras el incidente, Ida denuncia a la compañía ferroviara y, aunque en un principio se le da la razón, la pierde en una segunda vista. Así comienza su lucha contra el racismo

Lo primero que hace para luchar contra esta plaga es formarse intelectualmente. Toma clases de escritura y elocución. Lee con saciedad los artículos del The Evening Star, un periódico poco serio dado a publicar noticias jugosas, lo que, sin duda, contribuyó a afilar la irónica pluma de Ida. En Memphis, compra su empleo en el Free Speech and Headlight, un periódico dedicado a la población afroamericana, que, bajo su dirección, logra triplicar su tirada.

A raíz del linchamiento en Memphis de Calvin McDowell, Will Stewart y Thomas Moss, este último gran amigo de Ida, surge su preocupación y su interés por ahondar en los motivos de tan salvaje comportamiento. Con la verdad por delante pero castigada por su devoción investigadora y, sobre todo, por no ser hombre, a su cabeza se le puso precio, se ve obligada a buscar refugio en otra ciudad. Marcha a Chicago, ciudad más aperturista. Allí tendrá la ocasión de asistir a la Exposición Mundial Colombina de 1893. Consciente de la presencia internacional, imprime, con dinero de su bolsillo, 10000 copias de su The reason Why Colored American is not in the World’s Columbian Exposition. La razón por la que la gente de color no está en la Exposición Mundial Colombina y que le dará la resonancia que busca.

Conoce a Frederick Douglass y contrae un matrimonio feliz con Ferdinand Barnett, propietario del periódico The Conservator, un periódico para lectores afroamericanos. Ida conjugará la edición del diario con otras actividades de corte social. Seguramente la más destacada fuera su defensa de los inmigrantes afroamericanos sureños a los que ella consideraba víctimas del odio blanco y de los recelos de aquellos afroamericanos que ya estaban afincados en Chicago, los cuales veían peligrar su estatus social y sus relaciones con la población blanca. Los chicagüenses afroamericanos temían que se les identificara con los recién llegados, más toscos en costumbres, y, sin duda, mucho menos formados. 

En 1911 se la recibe como miembro del equipo directivo de la National Association for the Advancement of Colored People, La Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, pero Du Bois la sustituye del cargo, tal vez porque Ida le pareciera voceras y peleona y considerara que esa imagen mermaría la causa afroamericana. En 1913 la tenemos en una comisión a Washington D. C. para marchar en defensa de los derechos de las mujeres, marcha que, por cierto, la enfurece, pues le proponen que las mujeres afroamericanas y las blancas desfilen por separado, a lo que, lógicamente, Wells se niega. 

En 1920, Wells asistió a un club literario en el que se comentaba un libro de Carter G. Woodson, historiador y periodista, a él debemos que febrero lleve el nombre de Mes de la Herencia Afroamericana. Para su espanto, se da cuenta de que el libro no menciona nada sobre los linchamientos, de ahí que Ida decida escribir su autobiografía. No la termina. Una fiebre le impidió acabar su último capítulo.   

Curiosidad: de 2019 es la primera calle de Chicago que lleva el nombre de una mujer afroamericana. Esta calle lleva su nombre.

Y unas palabras de Wells que no hay que echar en saco roto: "la vigilancia eterna es el precio de la libertad".  

lunes, 28 de noviembre de 2022

De biblias y presidentes.

"Juro (o afirmo) solemnemente que desempeñaré fielmente el cargo de presidente de los Estados Unidos y que, en la medida de mis posibilidades, preservaré, protegeré y defenderé la Constitución de los Estados Unidos”. 


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Este es el juramento o afirmación que suele hacer sobre una biblia el presidente electo cuando toma posesión del cargo. Y digo suele porque John Quincy Adams no usó biblia. Theodore Roosevelt la usó para su segunda ceremonia inaugural. En la primera no le dio tiempo porque, de prisa y corriendo, tuvo que ocupar el cargo del presidente William McKinley, asesinado en 1901. 

Algo parecido le sucedió a Lyndon Johnson, que, con el asesinato de John F. Kennedy, tuvo que echar mano a lo primero que encontró en el avión, y que fue un libro de oraciones de la doctrina católica. Johnson era protestante. No obstante, en 1964 sí que usó una biblia para prestar juramento al cargo. Los dos presidentes cuáqueros que ha tenido Estados Unidos, Herbert Hoover y Richard Nixon, también juraron sobre una biblia. Franklin Pierce, por su parte, presidente de 1853 a 1857, prefirió afirmar en lugar de jurar, y eso que no pertenecía a una religión contraria a los juramentos como era el caso de la comunidad cuáquera. Quincy Adams y Pierce se contentaron con apoyar la mano en un libro de leyes. 

Y un par de apuntes más. El presidente electo puede traerse la biblia de casa o usar alguna de las que se conservan en el Capitolio. La del presidente George Washington parece que es la que más trasiego tiene. La de Lincoln le va a la zaga.

Los Padres Fundadores nunca establecieron que jurar sobre una biblia fuera requisito, pues la libertad religiosa así lo aseguraba. Pero los presidentes electos parece que, sin una biblia que echarse a la mano, no se ven muy iluminados.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Los escritores de la Casa Blanca.

Dicen que Abraham Lincoln fue la mejor mano literaria que hubo entre los presidentes estadounidenses y algunos incluso se atreven a situarlo entre las plumas más destacadas del país. Su estilo, breve pero intenso, despunta en el famoso discurso que dio en Gettysburg, Pensilvania, en 1863, aún en medio de la guerra de Secesión. Al general Ulysses S. Grant, uno de los presidentes con peor fama entre los historiadores aunque últimamente los estudiosos le están tratando con más benevolencia, se le concede la segunda plaza literaria presidencial. Los entendidos alaban sus Memorias, y el incomparable Mark Twain, amigo íntimo de Grant, lo tenía por magnífico escritor. Gran admirador de Lincoln, Grant se decanta por una prosa enérgica, clara y directa, propia de general, despojada de adverbios y que gusta de una aparente simplicidad que la hace apetecible a los oídos. 

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Ted Sorensen no fue presidente, pero son muchos los que opinan que los discursos del nebraskeño superan los que redactara Lincoln. Sorensen fue el alma gemela de John Kennedy. Elaboró, entre otros, el discurso inaugural del presidente, los discursos del estado de la Unión o el que Kennedy diera en la Universidad de Rice, en Texas, buscando apoyo para su programa lunar. El famosísimo Ich bin ein Berliner (Soy berlinés) también es de Sorensen, como lo son el discurso sobre la crisis de los misiles en Cuba, el de los Derechos Civiles, y el que Lyndon Johnson recitara por primera vez ante el Congreso. 

Y qué es lo que hacía tan especial a Sorensen. Ni más ni menos que su habilidad para llevarse al huerto el espíritu americano con frases de hilo poético capaces de enardecer al personal y, al mismo tiempo, de mantenerse conciliador con el adversario, dígase los rusos. Y tanto fue así, que uno de sus discursos, Estrategia para la paz, pronunciado el 10 de junio de 1963 en la Universidad de Washington, convenció al mismísimo Nikita Khrushchev, el líder soviético, a que firmara un tratado en agosto de ese mismo año con Estados Unidos y el Reino Unido para finalmente prohibir las pruebas nucleares en atmósfera, espacio y bajo el agua. 

Para los interesados en los trucos de Sorensen. Todo buen discurso debe ser claro, breve, ingrávido y caritativo. Es decir, que tenga clase y no se agarre a la yugular del contrincante para dejarlo moribundo en el suelo. Y que tenga sustancia, no solo palabrería. 

miércoles, 14 de septiembre de 2022

¿ Y el 24 de septiembre es?

El 24 de septiembre nos llega el National Public Lands Day, Día Nacional de Tierras Públicas. Este acontecimiento siempre se celebra el cuarto sábado de septiembre con un cuerpo de voluntarios que honra la tierra sacándole la basura, plantandole árboles o reparándole los puentes. Este día la entrada a parques, bosques y monumentos federales también es gratuita. 

Según la Fundación de Tierras Públicas, fue a finales de 1700 cuando el gobierno de los Estados Unidos se quedó con millones de acres de los pobladores originarios de América y con tierras que estuvieron en manos de México, Canadá, Rusia, España, Francia o Inglaterra, tierras que también pertenecían a los nativos americanos. 

www.loc.gov

En 1781, el estado de Nueva York entrega al gobierno federal toda la tierra que no estuviese habitada en la zona oeste de su colonia. Las otras doce colonias también seguirán el ejemplo de Nueva York, aunque no es hasta 1802 cuando concluye la entrega de la tierra vacía que les quedaba al oeste. Con esta donación, el gobierno se hizo con casi mil ochocientos millones de acres que no retuvo en su totalidad. Dos terceras partes fueron a parar a manos de particulares, empresas o a los propios estados. Estas donaciones sirvieron, entre otras cosas, para colocar vías de tren, levantar escuelas o poner ranchos. 

Y respuestas de Trivial. 

Lincoln fue el que cedió el Valle Yosemite con su río Merced al estado de California. Y una más. Fue en 1872 cuando el presidente Grant firmó una ley para proteger a los osos Yogui y Bubu y demás animales y plantas que vivieran en Yellowstone. 

domingo, 4 de abril de 2021

A la carretera con el Pony Express.

Y esta semana nos echamos a la carretera a lomos de caballo con el aniversario del Pony Express. Un 3 de abril de 1860, mucho antes de que llegara la Madre de todas las rutas, antes de que Eisenhower abriera el Interstate Highway System, el Sistema de carreteras nacionales, e incluso antes de que llegara la Lincoln Highway, la primera carretera que uniría el país de costa a costa y cuyo trazado comenzó a usarse en 1913, existió el Pony Express. Aunque no por mucho tiempo, ya que el telégrafo de la Western Union enseguida le comió el terreno al caballo que, en unos diez días, lógicamente con caballos cubriendo distintos tramos, se hacían unas 1800 millas. Los primeros viajecitos a todo galope salieron al mismo tiempo de dos lugares: de St. Joseph, en Misuri, y de Sacramento, California. Uno hacia el este y el otro hacia el oeste. El que partió con el correo hacia el oeste llegó dos días antes que el que iba en la otra dirección. No sé si un viento en contra u otras complicaciones afectarían al que llegó más tarde.   

Y diez días por aquellos tiempos era todo un récord ya que el correo de Nueva York a la otra costa viajaba en barco, trayecto que se cubría en un mes. La otra opción era la diligencia, que podía tardar una semana menos pero también demorarse meses, ya que nunca se sabía lo que los caminos deparaban. La diligencia de la época era otra Express, la Butterfield Express. 

La Compañía Pony Express era propiedad de William H. Russell, William Bradford Waddell y de Alexander Majors. La ruta contaba con casi doscientas paradas para repostar y cambiar de montura. Misuri, Kansas, Nebraska, Wyoming, Colorado, Utah, Nevada y California eran los estados en los que operaba el Pony. Los jinetes se llevaban unos 25 dólares por semana y el peso del envío normalmente no superaba las veinte libras. El jinete también tenía que ser ligero, no se admitían a aquellos que pesaran más de 125 libras, menos de 57 kg. Y solían ser muy jovencitos. De 14 a 20 años. Por cierto que un tal William “Buffalo Bill” Cody (1846-1917), decía que, con 14 años, ya iba a lomos del Pony, afirmación que nunca ha quedado demostrada pero que, años más tarde, explotaría en sus espectáculos sobre el Lejano Oeste. En honor a la verdad, hay que decir que sí existe evidencia de que Buffalo Bill trabajó para la Compañía, aunque no sabemos de qué. 

Ahora con el rodaje: cambio de jinete cada 75-100 millas. El caballo se reemplazaba entre las 10 y las 15 millas.

Y el precio. Cinco dólares por cada media onza, precio nada asequible, de ahí que el remitente medio se abstuviera de usar los servicios equinos. 

Y un par de anécdotas: el récord del Pony está en siete días y diecisiete horas, tiempo que se tardó en ir de Nebraska a California, en marzo de 1861, con el discurso inaugural de Abraham Lincoln en la bolsa, que, por cierto, se llama mochila. 



Y aquí va la otra: los jinetes tenían que jurar, ante Dios, que no beberían en el trabajo, no se enzarzarían en peleas y se abstendrían de usar lenguaje soez. Por lo visto la mayoría de los jinetes no se atuvo a dicho juramento ya que las bebidas espirituosas estaban disponibles en estas casetas de postas. 

Aunque la vida del Pony desde luego fue corta, no cabe duda de que dejó una huella indeleble en el espírito solitario del llanero americano. 

miércoles, 24 de marzo de 2021

El que tuvo, retuvo. (O no).

Termino la lectura de Having and Being Had, (Tener y haber tenido), de Eula Biss, una fina colección de ensayos intimistas en los que, primordialmente, la autora reflexiona sobre la labor de las artes en el sistema económico en el que estamos inmersos. Biss, que es profesora en la Northwestern University en Chicago y ha recibido multitud de galardones por su obra, nunca deja de recordarnos en su libro que su visión es la de una mujer acomodada, y que, aunque ha conocido los sinsabores de la vida, por lo menos, en el plano económico, ha logrado endeudarse con la deseada hipoteca, afianzada con la seguridad de un trabajo bien remunerado.

Gracias a Biss, he descubierto a Elizabeth Magie, activista feminista, trabajadora, escritora y, especialmente, inventora, a la que, las patentes y el sexismo, practicamente la dejaron sin blanca y sin apenas reconocimiento. Magie, que era hija del abolicionista James Magie, periodista que acompañó a Lincoln en sus debates políticos con Douglas, fue el que la introdujo al movimiento georgista. Henry George, con su obra Progreso y pobreza, de 1879, probablemente fuera uno de los superventas de su época. George era defensor de lo que se conoce por impuesto único, un impuesto sobre el alquiler de la tierra. Hay que dejar claro que George no era socialista. Según él, ni individuo ni corporación debían ser dueños de la tierra. En su lugar, defendía que ese alquiler se devolviera a la sociedad, legítima propietaria, ideas que, por cierto, tuvieron profundo calado en España. 
 
Magie, de profesión tipógrafa, con sus 10 dólares por semana, era plenamente consciente de que vivía con un salario muy ajustado, aunque Magie era una de las pocas solteras de la época que contaba con casa a su nombre. Para llamar la atención de su precariedad laboral y la de otros como ella, Magie tuvo la audacia de colgar un anuncio en un periódico, anunciándose en venta. "Joven esclava americana". El escritor Upton Sinclair, conmovido con su denuncia, le envió dinero. Pero esta respuesta fue la excepción. Su ofrecimiento causó un gran escándalo, más entre los ofendidos burgueses que entre aquellos que habían sido esclavizados. Todo porque esta jovencita se había atrevido a denunciar el carácter económico de esta santa unión. 

Thomas E. Powers. LOC
En enero de 1904, basándose en los principios georgistas, Magie patenta su juego The Landlord's Game, (El juego del rentista), y que no es, ni más ni menos, que el que luego se dará a conocer como Monopoly (Monopolio)Magie patentó, varias veces, su juego, pero eso no evitó que un tal Charles Darrow, auspiciado por los hermanos Parker, se quedara con las royalties de por vida. A Magie los hermanos le sacaron las patentes con 500 dólares. Este no es el único juego que Magie patentara pero, sin duda, es el más conocido. 

Para su creación, Magie se basó en el Zohn Ahl, literalmente Arroyo, madera, el juego del pueblo Kiowa afincado en Oklahoma. De este juego de mesa, Magie sacó numerosas ideas, siendo estas dos las más destacadas. Si un oponente caía junto a la bolita o cuenta del adversario, debía comenzar el juego desde el principio. Y, por supuesto, he aquí la segunda, debía pagar con una de sus cuentecitas. 

El pueblo Kiowa tampoco se llevó el reconocimiento merecido y mucho menos pago alguno. Resulta curioso que, el Monopoly, un juego en el que se trata de dejar al otro sin tierra, parta de una invención de uno de los pueblos nativos.         

viernes, 20 de noviembre de 2020

Kit de inglés 220: Sockdolager.

 Y, hoy viernes, 20 de noviembre, cumpleaños de Biden, palabra presidencial. Sockdolager comenzó a usarse para designar algo enorme, significado que aún mantiene. James Fenimore Cooper ya la utiliza en 1838 pero con una grafía distinta. Parece que sockdolager también se utilizaba para definir un tipo de anzuelo. El uso que nos ocupa y que podríamos traducir por golpe de gracia, golpe decisivo o remate también despierta en esa misma década. 

La pronunciación casera: "sakdoloyer". Y la buena aquí


Pertenencias de John Wilkes Booth.

He mencionado que sockdolager es presidencial porque esta fue la palabra de la que John Wilkes Booth, el asesino del presidente Lincoln, se guiara, para reconocer el momento en el que debía disparar a su víctima. 

Wilkes Booth, que era actor y conocía a la perfección Our American Cousin, Nuestro primo americano, la obra teatral que en esos momentos se representaba, esperó a que llegara la frase "Well, I guess I know enough to turn you inside out, you sockdologising old man-trap". Aquí va mi tradu. (Pues bien, sé lo suficiente como para darte la vuelta como un calcetín, viejo tramposo y trapisonda), frase que siempre provocaba la risa entre los asistentes y que, sin duda, Wilkes Booth sabía enmudecería los disparos.

jueves, 29 de agosto de 2019

Kit de inglés 159: to swap horses in the middle of a stream

Esta semana una de caballos en Pittsburgh. To swap horses in the middle of a stream. Literalmente cambiar de caballos en medio del río y que equivaldría a nuestro cambiar de bando, de equipo o de ideales en medio de un proyecto que ya está en marcha. En una palabra, ser un chaquetero. Pronunciación para salir del paso: tu suáp jorses in de midel of a strim. Y una versión casi idéntica a esta forma (el verbo swap también se puede intercambiar con change, cambiar) en boca del sensacional grupo californiano Tower of Power (Torre del poder). Segundos 55-59.

[Mexican War, 1914: refugees crossing (Rio Grande?) river by horse]

Parece que la expresión salió en septiembre de 1863, cuando el Pittsburgh Post publica una falsa epístola que atribuye al presidente Lincoln. Lincoln, que sin duda debió leer la carta, adoptará esta forma meses más tarde en un discurso a la National Union League (Liga de la Unión Nacional), cuerpo que vuelve a nombrarlo candidato a la presidencia.

It was not a good thing to swap horses while crossing a stream, (No era buena idea pasarse al otro bando) decía la falsa carta.

domingo, 7 de julio de 2019

A ver si con el Monumento aprendo

Lincoln Statue, Lincoln Memorial, [Washington, D.C.]
A nuestro presidente no es que le maraville Lincoln. Nixon parece proporcionarle más alegrías. Y como Nixon no tiene monumento en Washington, y Nixon también peregrinara hasta la tierra que los mismísimos Lincoln y Martin Luther King pisaran, el presidente habrá pensado que sería bueno hacer de pararrayos, lo mismo le llegaban unos cuantos destellos. Aunque debería andarse con ojo si es que va tras los resplandores de Nixon, porque el monumento no le sentó muy bien que digamos. Y es que un 9 de mayo de 1970, por darle gusto a su chófer, Manolo Sánchez, que nunca había hecho un Lincoln La Nuit, acabó enzarzándose (verbalmente) con unos estudiantes que paseaban al amor del monumento. En menos que canta un gallo las voces contra la invasión de Camboya retumbaron en el mármol georgiano. La intención del presidente era dialogar y sacarles un poco del miserable estado intelectual en el que vagaban.

En cambio, si Trump iba buscando iluminación para hacer sus discursos más convincentes, lograr claridad y, sobre todo, reforzar su autoridad moral, entonces no cabe duda de que estaba en el lugar adecuado. Porque Lincoln era perfectamente sabedor del secreto: que, para hacer América grande de nuevo, tenía que incluir a todos sin denigrar, rodearse de las mejores mentes, aunque fueran las de demócratas que se oponían a la esclavitud.

jueves, 29 de junio de 2017

El primer terrorista estadounidense

Uno de los asuntos en el que los estadounidenses no logran ponerse de acuerdo es en decidir si John Brown fue un terrorista, el primero que dio esta tierra. Hasta la fecha, y eso que han pasado desde que lo ajusticiaron en 1859 en Charles Town, en la actual Virginia Occidental, unos cuantos añitos, seguimos con las mismas. Y parece que va para largo.

Son muchos los calificativos que a este abolicionista nacido en 1800 en Torrington, Connecticut, se le tienen reservados: demente, mesiánico, mártir, terrorista, por nombrar unos cuantos. ¿Y qué hizo para granjearse tanta visceralidad? 

Reclamar, por medio de la violencia, la abolición de la esclavitud. No le importaba arriesgar su vida y la de sus hijos si con ello alcanzaba dicho propósito. En 1859 dirigió un ataque en Harpers Ferry contra el arsenal federal para incitar la insurrección de los esclavos, aunque en Kansas, ya tuvo ocasión de dirigir ataques y coordinar asesinatos de algunos terratenientes esclavistas.

Decir que John Brown era blanco y celoso calvinista. Seguramente a muchos blancos, además de parecerles incomprensible que apoyara una causa que ni le iba ni le venía, la violencia contra los suyos para legitimar los derechos de unos esclavos tampoco es que les hiciera mucha gracia.
  
Brown no consiguió su objetivo, incluso se llevó por delante la vida de un trabajador negro. Eso sí. Muchos coinciden en señalar a Brown como la mecha que hizo prender la Guerra de Secesión y no la elección de Lincoln. Por cierto que, entre los asistentes a su ejecución pública, se encontraba John Wilkes Booth, tristemente recordado por asesinar al presidente.