De 400 a 500 millones de armas en manos de casi 350 millones de habitantes. Más armas que habitantes. En Estados Unidos tocamos a una y media por cabeza. Y, sin embargo, la tasa de mortalidad por armas de fuego, afortunadamente, y, aunque no lo parezca, sigue bajando desde 1993. Un repunte en el 2020 y el 2021, la pandemia, para continuar hasta los niveles actuales. Ahora mismo, aún no ha acabado el año, es cierto, tenemos un índice de 2, 34 muertes por cada 100000 habitantes.
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Jens Ludwig, profesor de política pública en la Universidad de Chicago, acaba de sacar Unforgiving Places: The Unexpected Origins of American Gun Violence (Lugares despiadados: insospechados orígenes de la violencia por armas de fuego). El profesor nos cuenta que tanto la ideología conservadora, (anclada en la dureza de consignas como el asesino era un degenerado sin capacidad de salvación y por tanto hay que aplicarle la pena máxima), como la demócrata, (que achaca los homicidios a razones de índole económica), están ignorando la figura del pacificador, esa persona capaz de disuadir al posible perpetrador del horrible acto en menos de diez minutos. El buen samaritano, así llama a esta alma desconocida. Según el profesor, este pacificador tendría el pensamiento lento más desarrollado, ese que nos convierte en personas más lógicas y reflexivas. La labor del samaritano sería templar la respuesta automática del arrebatado en esos diez minutos. Para los que estén interesados en la toma de decisiones y no estén al tanto del pensamiento rápido y del pensamiento lento, ver Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman, creador de esta idea.
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