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viernes, 15 de febrero de 2019

Kit de inglés 133: blow one's mind

5.  DETAIL EXTERIOR VIEW OF CUPOLA AND WEATHER VANE ON TOP OF THE FISH HATCHERY BUILDING. - Bonneville Project, Fish Hatchery, On Columbia River bordered on South by Union Pacific, Bonneville, Multnomah County, OR
Y esta semana una de soplidos. Blow one's mind. Literalmente soplar (probablemente con vientos huracanados) la mente de uno. La expresión podríamos traducirla por impactar, sorprender o dejar sin habla. La pronunciación irreverente. Blóu guans máind. Y la buena en esta clase (segundos 43-44 y 1:45-1:47).

La expresión comenzó en los años sesenta del siglo pasado, coincidiendo con el uso del LSD. Supongo que, en un principio, el viaje alucinatorio dejaría maravillados y sin habla a algunos exploradores. Aunque esta forma también puede usarse para expresar sorpresa ante una circunstancia negativa.

Frase:

25 books that will stick with you and blow your mind
Veinticinco libros que se quedarán en tu memoria y que te sorprenderán.

domingo, 4 de junio de 2017

¿Por qué no se van?

Mientras algunos se entretienen en pintar murales racistas en la casa del baloncestista Lebron James, y otros, amantes más sofisticados de las artes decorativas, nos cuelgan una soga en el Museo Nacional de Arte y Cultura Afroamericana en Washinghton, en el otro Washinghton, el que está en la costa oeste, en concreto en Evergreen State College, probablemente la universidad más progre de este país, se celebró, o al menos lo intentaron, un día de justicia racial.

La propuesta instaba a que la presencia blanca fuera inexistente durante un día, una forma para concienciar al público contra el racismo. Esta propuesta tomaba como punto de partida una representación teatral de 1966, Day of Absence, Día de ausencia, de Douglas Turner Ward, obra que se viene haciendo anualmente en la universidad. La obra, una de las más importantes de la época, se regodea a manera de sátira con la misteriosa desaparición en una ciudad sureña de todos sus habitantes negros.

Pues bien, este año han cambiado las tornas, y ahora los que se van son los blancos. Ni que decir tiene que a algunos, incluidos profesores de la propia universidad, no les ha gustado nada esta iniciativa e incluso se han sentido intimidados y amenazados por la agresividad con la que, al negarse a abandonar el campus, según ellos, se ha llevado a cabo la invitación.

Y estos profesores no son los únicos. Sin ir más lejos, a mi dentista, que es de tradición moiseica, la idea le repugna. Y un día sin hispanos, ¿eh? ¿Y qué tal sin chinos?, se queja. Pero no se atreve a decir lo que realmente la mortifica: que si la propuesta hubiera salido de los blancos, inmediatamente nos hubieran colgado el sambenito de racistas. Habrá que atenerse a la obra entonces.  

miércoles, 12 de octubre de 2016

Ni la familia ni el perro: la universidad

Como Robert Morin no tenía familiares ni animales en casa a los que dejar su fortuna, le pareció que, su alma mater, entidad para la que trabajó casi cincuenta años como bibliotecario, merecía sus dineros. Y la universidad, en concreto la Universidad de New Hampshire, con buen criterio destinó cien mil dólares para la biblioteca y un millón de dólares para un videomarcador, porque, al fin y al cabo, a quién le interesan los libros.

Recuerdo que en una de las universidades por las que pasé, uno de los rectores, no llegué a conocerlo, compartía la misma filosofía, aunque ya le hubiera gustado el mismo donativo. ¿Para qué mantener bibliotecas cuando los alumnos pueden descargarse el material de Internet?  Me viene ahora a la mente que se le invitó a que se marchara, según tengo entendido, por unos fondillos mal empleados.

El videomarcador, por otra parte, es una inversión de futuro con fabulosas aportaciones. El ánimo y el rendimiento del equipo de fútbol americano agraciado con esta tecnología subirá como la espuma. A partir de ahora, nada de ser el patito feo. Y para la universidad. Menudo touchdown. Un aluvión de peticiones solicitando el alquiler de su flamante campo la desbordará.

De esto, las universidades, sobre todo las privadas, saben mucho porque, para mantenerse en juego, un estadio deportivo es prácticamente una cláusula insalvable. Por cierto, que sigo leyendo y me doy cuenta de que el legado asciende a cuatro millones de dólares. Dos millones y medio serán destinados a embellecer otras zonas del campus. Si los cálculos no me fallan, dos y medio más la cantidad arriba mencionada asciende a tres millones seiscientos mil dólares.

Los cuatrocientos mil que faltan, ¿los emplearán en pompones para las animadoras?

martes, 13 de septiembre de 2016

Las tesis doctorales, ¿obligan a mentir?

De vez en cuando, el tiempo nos obsequia con personajes sacados de novelas de misterio. Joseph Olander es uno de ellos. Este hombre que ocupó durante cinco años el rectorado de Evergreen College en el estado de Washington, fue obligado a dimitir, aun a pesar de que le fuera renovado el contrato. ¿El motivo? Se descubrió que había falsificado sus credenciales académicas. Una de las piedras de toque era el tema de su tesis. Dijo que escribió sobre el escritor afroamericano James Baldwin, cuando en realidad el campo de especialización había sido el efecto del comunismo en las familias chinas. Esto sucedió en 1990.

En el 2006, nos encontramos con el caso de Marilee Jones, decana del Departamento de Admisiones, nada menos que en MIT, El Instituto Tecnológico en Massachusetts. Su crimen: incluir en su currículum títulos de universidades a las que nunca asistió. Como en el caso de Olander, se la consideraba muy competente y brillante en sus tareas.

Más cerca aún, en el 2014, tenemos el caso de David Broxterman, profesor en Polk State College, en Florida. A Broxterman se le acusa de incluir servicio militar inexistente. Una presencia en Somalia y condecoraciones por actos de heroísmo que nunca se dieron forman parte de su hoja de vida. Académicamente hablando, también se le acusa de fingir estar en posesión de un doctorado. De nuevo, a Broxterman se le consideraba muy apto en la impartición de sus clases.

Pero el caso que más me ha impactado es, sin duda, el de Rachel Dolezal. Elegida en 2014 presidente de la NAACP en la demarcación de Spokane, una ciudad en el estado de Washington, de su breve periodo destacan su buena gestión. Para los que no lo sepan, la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP) se encarga de asuntos de interés para la comunidad afroamericana. Lógicamente, el cargo requiere una persona de color. Y Rachel Dolezal es blanca por los cuatro costados. Supongo que, como portavoz, entre otras cosas no tuvo más remedio que someterse a largas sesiones de maquillaje y horas de entrenamiento vocal.

Dolezal no da muestras de arrepentimiento y declara identificarse plenamente con esta identidad. Olander se tomó a guasa el asunto de su destitución. "¿Nos estamos divirtiendo?" mientras que Broxterman, rizando el rizo, aludió que él también había sido víctima de un fraude: Le habían expedido un doctorado que no existía. Jones, la más discreta, se disculpó ante la comunidad admitiendo que "no tuvo valor para hacer las correcciones necesarias en su currículum", aunque no sé si tuvo que hacer de tripas corazón cuando en su libro Less Stress, More Success (Menos estrés, más éxito), incluyó en sus consejos al estudiante que "no inventara información para pretender ser alguien que no era", además de un "siempre ser absolutamente sinceros con la identidad".

Independientemente del fraude, no cabe duda de que su idoneidad para el cargo, aunque su persona sea ficticia, los une. Quizás el perenne miedo a ser descubiertos era lo que les llevaba a desempeñar las funciones exigidas con mayor esmero. Fuere lo que fuere, la pregunta es inevitable. ¿Se necesita un título para el correcto ejercicio de ciertas funciones? ¿Nos engaña la vista?