Una de efemérides. Un 30 de marzo, pero de 1981, John Hinckley Jr. perpetró un magnicidio frustrado contra el por entonces presidente Ronald Reagan. Otras tres personas, el secretario de Prensa de la Casa Blanca, James Brady, Timothy McCarthy, agente del Servicio Secreto, y un policía, Thomas Delahanty, también resultaron heridas por los disparos del joven de veinticinco años obsesionado con la película Taxi Driver, en particular con la actriz Jodie Foster.
Brady, el peor parado de todos, a raíz del suceso se convirtió en un ardiente defensor del control de armas. Tanto es así que, en 1993, Bill Clinton firmó una ley, la Ley Brady, que establece un período de cinco días de espera antes de autorizar que se ponga un arma en manos de alguien que no tiene licencia.
Los abogados de John Hinckley Jr. consiguieron demostrar su enajenación mental, de ahí que se le recluyera en una institución mental, el St. Elizabeth’s Hospital. Desde el 2016, año en el que se le dio la condicional, vive con su madre en Williamsburg, Virginia, aunque tiene autorización para alejarse setenta y cinco millas de dicha ciudad.
Y una de trivia. Recuerdo una serie televisiva muy amena, El gran héroe americano, lanzada precisamente en marzo de 1981 y que estuvo varios años en antena. El protagonista, Ralph Hinkley, un profesor con alumnos problemáticos, de la noche a la mañana consigue convertirse en una especie de supermán gracias a un traje con superpoderes que le entrega un extraterrestre. Como el extraterrestre tiene prisa y la comunicación es imposible, Hinkley no sabe cómo utilizar el traje, de ahí que se desencadene la comicidad.
Y todo esto para decir que, a Hinkley, le cambiaron temporalmente el apellido. Estuvo unos meses con Hanley, aunque luego volvieron al Hinkley, precisamente para evitar que John Hinckley Jr. acudiera a la memoria y perjudicara los niveles de audiencia de la serie.