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jueves, 1 de febrero de 2024

Kit de inglés 377: oomph

Esta semana una de vitalidad con oomph, palabrita que podríamos traducir por empujoncito o vigor. Pronunciación desganada: "umf". Y la buena aquí.

La historia de esta palabra no parece tener un origen claro. Algunos dicen que procede de una onomatopeya. Para más señas imitaría al sonido que alguien deja escapar cuando se le da un puñetazo en la tripa. Otros dicen que fue el columnista Walter Winchell el que acuñó esta forma para referirse a la actriz Ann Sheridan. Según él, la visión sensual de la bella actriz a uno le hacía sentir una patadita vigorosa. Winchell usó la forma umphy, aunque parece que fue Bob Taplinger, jefe del departamento de publicidad de los estudios de la Warner Brothers, el que la cambió a oomph.   

Frase: She is a person with some oomph.

A ella no le falta brío.

lunes, 8 de febrero de 2021

Soñar sakuras en ...

Como ya se huele, aunque se está haciendo de rogar, por lo menos aquí en Pittsburgh, la primavera, hoy una entrega sobre los cerezos en flor (sakura) de Washington. Todo se debe al empeño de la viajera, fotógrafa, escritora (suya es la primera guía de viajes a Alaska) y periodista Eliza Scidmore, que, con un hermano trabajando en el consulado estadounidense en Japón, se lía la manta a la cabeza, y, en 1885, con 28 años, decide ir a visitarlo. Inmediatamente, queda cautivada por la sublime belleza del espectáculo. En cuanto llega a América, se pone a remover Roma con Santiago para que, el Parque Potomac, se cubra de cerezos. No será hasta el 27 de marzo de 1912 cuando, por fin, la primera dama, la esposa del presidente Taft, gran amante y conocedora de la cultura y tradiciones asiáticas, (había pasado bastante tiempo en Filipinas ya que su esposo estuvo destinado allí), plante en el parque, junto a la esposa del embajador japonés, la señora Iwa Chinda, los dos primeros cerezos junto a la Cuenca Tidal. 

Fue gracias al editor Gilbert H. Grosvenor y a David Fairchild, botánico del Departamento de Agricultura y yerno de Alexander Graham Bell, cofundador de la National Geographic Society, (Eliza trabajó como reportera para la National Geographic. Charles McCarry, su editor, decía de ella que fue la mejor periodista que tuvo la revista), cuando la idea finalmente cuajó. A Japón llegaron las intenciones de los americanos y, en un gesto de amistad, el alcalde de Tokyo donó 3000 cerezos. De los originales, aún quedan unos cuantos. 

Aquí unas fotografías fantásticas para soñar sakuras.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Jacob Riis


Tal día como hoy, Jacob Riis hubiera cumplido ciento sesenta y ocho años. Según Teddy Roosevelt, Riis fue el mejor americano que conoció nunca.

Riis fue más conocido por su faceta fotográfica, aunque sus aportaciones al mundo del periodismo tampoco fueron desdeñables. Riis nació en Dinamarca, en el seno de una familia con bastantes apreturas económicas. Ya desde pequeño, probablemente azuzado por sus lecturas de Charles Dickens, desarrolló una fuerte conciencia social.

Cuando contaba veintiún años, marchó a Nueva York, donde comenzó a trabajar de lo que sabía: la carpintería. Después, y tras muchas vicisitudes, lo vemos de editor, de publicista o de reportero policial. Fue con estos trabajos, cuando tuvo ocasión de vivir la situación de pobreza absoluta en la que se encontraban los inmigrantes del Nueva York decimonónico.

Con el fin de llegar al alma de sus conciudadanos, Riis comenzó a acompañar sus escritos con dibujos, pero pronto se dio cuenta de que la pintura no era lo suyo. La suerte se puso de su parte porque, en 1887, apareció el flash en la fotografía, (el fue uno de los primeros en usarlo), un método que permitía captar lo más sórdido en todo su esplendor. Pero esta tarea no estaba exenta de riesgos. Varias veces la tecnología casi se lo lleva por delante, prendiéndole fuego. Suyo es el libro How the Other Half Lives (Cómo vive la otra mitad). 

Jacob Riis
 Aunque Riis era un muckraker, periodista y defensor de las reformas sociales, (sentía una especial preocupación por denunciar las condiciones de insalubridad de los emigrantes y la situación laboral infantil), Riis también cargaba su propio mundo de claroscuros. Así, se le achacaba que se valiera de estereotipos para describir a las distintas etnias. Para él, los judíos se fijaban demasiado en las cosas, los orientales daban miedo, los afroamericanos vivían en La La Land y los italianos se llevaban a matar con el agua destinado a su aseo personal.
A pesar de estas distorsiones y de su nacionalismo, a Riis no se le puede quitar que su ojo realmente sentía una preocupación por capturar y denunciar las condiciones denigrantes en las que se encontraban los inmigrantes que, como él, pisaron suelo neoyorquino.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Mes de la Mujer: Nellie Bly

Abrimos la serie dedicada al Mes de la Herencia Femenina.

Mucho antes de que llegara Hildi Johnson o de que Johnny Barrett entrara en su Corredor sin retorno, estuvo Nellie Bly, o mejor dicho, Elizabeth Jane Cochran, reconocida como el mejor reportero estadounidense de todos los tiempos. De ella nace el periodismo de investigación, aunque le costó ponerlo en marcha, porque, como era de esperar, muchos, esgrimiendo su condición de fémina, tiraban de zancadilla, pues solo las locas se atrevían a salirse del circuito casero. 

Menos mal que vio un artículo titulado What Girls Are Good For (Para lo que sirven las chicaspublicado en el Pittsburgh Dispatch en el que se trataban las labores a las que las mujeres debían entregarse. El articulito la enfureció tanto que mandó su respuesta bajo el pseudónimo de la Pequeña Huerfanita (The Little Orphan Girl). 

El editor George Madden que, afortunadamente, tenía dos luces, pronto se dio cuenta de la valía de la joven, aunque eso sí, la obligó a que se cambiara el nombre porque en primer lugar las mujeres no trabajaban, pero ya que se había echado la manta a la cabeza, tenía que escribir bajo pseudónimo. 

Comenzó con artículos normalmente dedicados a los aspectos de la vida femenina. Moda, jardinería y cotilleos, sobre todo. Pero Nellie, una mujer de acción y de fuerte conciencia social comenzó a cansarse de estas limitaciones. La crítica empezó a despuntar en sus artículos. Asuntos de cierta gravedad, como el divorcio o las condiciones laborales de las mujeres rozaron su pluma. 

Se granjeó muchos admiradores pero, como suele pasar, la voz de los detractores es más estridente, así que cuando los afectados amenazaron con retirar los anuncios publicitarios del periódico si Nellie seguía empeñada en perseguirlos con su pluma, volvió a la sección de jardinería. Ese día cumplió con el artículo asignado, pero lo acompañó de la carta de renuncia. 

Después la vemos en México unos meses. La crítica que le hizo al por entonces presidente, Porfirio Díaz, sobre el encarcelamiento de un periodista, la obligó a salir disparada del país. 

De regreso a Estados Unidos se instala en Nueva York, donde, tras varios meses de infructuosos intentos para encontrar trabajo, por fin consigue que John Cockeril, el editor jefe del periódico de Joseph Pulitzer, The New World, la contrate. 

Y no comienza precisamente en la sección de jardinería, sino que la envían con una identidad falsa, práctica que hoy en día no está permitida, por cierto, a cubrir las condiciones de una institución mental. En los diez días que estuvo le sobró para denunciar la penosa situación en la que se encontraban las internas. La denuncia social no quedó aquí. También era el látigo de esos persuasores profesionales, los famosos lobbies.

En 1889, digo yo que aburrida del escritorio, se echó al mundo a ver si podía batir el récord de los 80 días de Julio Verne. Le sobraron casi ocho. A su paso por Francia, Verne, lógicamente, la estaba esperando. 



Con la fama bajo el brazo y otro despido, The World se negó a darle un tanto por ciento de los beneficios aunque luego volviera a trabajar para ellos, Nellie se echó a la carretera para dar conferencias y hablar de su libro. 

La Primera Guerra Mundial da con ella en Austria, mientras visitaba a una amiga, lo que, casualmente, da pie a que nuestra heroína se convierta, por si era poco, en la primera corresponsal de guerra estadounidense. 

Si esto no es legado...