Willa Cather ya notó hace más de un siglo que
Pittsburgh era una ciudad de tonos más bien grisáceos y de pocas luces. A pesar de esos escasos sesenta días de sol al año, la joven escritora se encariñó con la ciudad, aunque la morriña por los vientos del oeste, nació en Virginia pero a los diez años se mudó con sus padres y hermanos a Nebraska, siempre la atosigaba. A Pittsburgh vino en 1896 para dirigir una revista dedicada al público femenino, la
Home Monthly. Se colocó de editora, gracias a la ayuda de Charles Gere, padre de una amiga y propietario del
State Journal. Gere enseguida se dio cuenta de la valía de nuestra futura Premio Pulitzer y se la recomendó a Axtell, uno de los propietarios de la revista. Cather se empleó a fondo mientras estuvo en el cargo, hasta colocarse en el
Leader en 1897
, otra revista de Pittsburgh, aunque nunca dejó de extrañarle que hubiera público para la
basura que acababa de cerrar
. Sus años pittsburgueses están plagados de inestabilidad laboral y en 1900 la tenemos de profesora de Latín en un instituto, puesto para el que, parece ser, no estaba muy hecha. Luego se cambió a Inglés y bastante mejor, aunque la ortografía era su talón de Aquiles.
En Pittsburgh estuvo soportando las inclemencias del clima hasta 1906, año en el que se mudó a Nueva York. Aunque, si hubiera podido, de buen grado hubiera continuado nuestra escritora con los lazos que aún le ataban a la ciudad y que, finalmente, se rompieron diez años más tarde, en 1915, cuando la benefactora que la acogía en su casa de Pittsburgh, Isabelle McClung, decidió venderla. Durante esos años Cather hizo de Pittsburgh su centro neurálgico, aunque con unas cuantas estancias en Red Cloud para estar con su familia en Nebraska, alguna escapada a Colorado y Wyoming con sus hermanos para irse de caza o para hacer algo de turismo por Wyoming con su mecenas.
En mayo de 1898, por ejemplo, Willa pasó un tiempo en Washington, D. C., alojada en casa de un primo de su padre, el doctor Howard Gore, profesor de Geología en la Universidad de Columbia. Sin embargo, parece que el familiar no pudo dedicarle a Willa el tiempo que hubiera deseado porque casi estaba con un pie en una expedición polar, la Wellman Polar Expedition. Pero Cather no desaprovechó el tiempo. Allí tuvo ocasión de conocer a numerosas personalidades del momento. El invierno de 1900 volvería a repetir, una vez retirados los fríos polares del pariente.
Según una buena amiga de Cather, la también reconocida escritora Dorothy Canfield Fisher, Pittsburgh formó la carrera literaria de Cather. Fue este lugar tan oscuro el que le sirvió a Cather la inspiración para crear algunos de sus mejores relatos. "
Paul's Case", ("El caso de Paul"), "
A Gold Slipper" ("La zapatilla dorada") o "Double Birthday" ("Dos cumpleaños").
Todo esto para decir que, a pesar de la dureza de los vientos del este que todavía no nos azotan, siempre hay esperanza para el arte. Recordémoslo con el sesquicentenario del cumpleaños de la artista, un 7 de diciembre.