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miércoles, 25 de enero de 2023

¿Cómo escribes tú?

https://www.loc.gov/

En La muerte contada por un sapiens a un neardental, Arsuaga le dice a Millás que, "las sillas son, junto con el azúcar refinada, el peor invento de la humanidad". El azúcar ya sabemos que causa inflamación, mientras que la silla puede llevarnos a que tengamos divertículos o padezcamos de hemorroides. La sentencia de Arsuaga sobre la silla no es desconocida y el rechazo al asiento se viene practicando desde tiempos inmemoriales. Recordemos a los peripatéticos

Estados Unidos también tuvo seguidores de la verticalidad. El primero que me viene a la cabeza es Hemingway, aunque hacía un poco de trampa porque de tanto en tanto apoyaba los codos. Mucho antes la buscaron Benjamin Franklin y Thomas Jefferson. Thomas Wolf también perteneció al grupo de los derechones. Wolf, con sus casi dos metros de estatura, hacía de la nevera su mesa de trabajo. El dramaturgo August Wilson también escribía de pie. Igual que lo hacían Philip Roth y Saul Bellow. A Winston Churchill, por ser hijo de madre estadounidense, lo mencionamos. El músico Oscar Hammerstein o el periodista Edward R. Murrow, (la película Buenas noches, y buena suerte rescata su figura), también trabajaban de pie. Otros preferían combinar la silla con la bipedestación. Este fue el caso del poeta Henry Wadsworth Longfellow y el de Nabokov. Y también estaban los del bando contrario. Los que combatían el dolor de pies escribiendo en la cama. El americano más ilustre y devoto de esta práctica fue Mark Twain. Truman Capote vino después. 

lunes, 30 de diciembre de 2019

Ventisca de ideas

Ahora que las nieves parece que se van acercando, me he acordado de las sillas de Boston. Esas que algunos ponen delante de su casa para reservarse el sitio que, con primor, se han excavado en una calle pública. Pensaba, erróneamente, que, a los pitsburgueses, los rigores del invierno no les alteraría el afán de posesión, pero he comprobado que, en esto del tema de las sillas, esta ciudad ha subido el listón. Y es que los pitsburgueses no solo sacan la silla en invierno sino que, por lo visto, en el verano algunos tampoco la meten en casa. Para esos, la silla pitsburguesa es prácticamente mobiliario urbano, y los ayuntamientos les deja hacer a estos artistas porque, como es costumbre...

[Brooklyn harbor under snow]

Por si fuera poco, una imprenta no ha perdido comba y se dedica a vender las official parking Pittsburgh chairs, las sillas pitsburguesas autorizadas para el aparcamiento, que cuentan con un diseño gráfico que así las avala. En el respaldo un No aparcar y en las posaderas, una señal de prohibido aparcar acordonada por dos No mover. Para ver el diseño (Minuto 2:39).

Está claro que los negocios en Estados Unidos salen de las piedras. Y de la nieve.

domingo, 23 de diciembre de 2018

¿Quién trajo el pavo?

Y ya que se respira el ambiente navideño, una de celebraciones. La América de mediados del siglo diecinueve, cuando en las mesas de la clase media no podía faltar el pavo bañado en una salsa marrón hecha con la sustancia del animal. Tampoco se echaba en falta el famoso relleno, básicamente unas migas de pan con especias, patatas, y un pudding de ciruela. Pero la presencia del pavo y demás guarniciones no las puso en la mesa ningún americano, sino que fuera Charles Dickens el que, con su Cuento de Navidad, allá por 1843, los impusiera. Un pavo y no un ganso era el pájaro a desplumar. Fue en Nueva Inglaterra donde la historia de Ebenezer Scrooge y la familia Cratchit debió calar más hondo, quizás por la presencia de Dickens en esta zona el año anterior.

A Christmas joke with a point to it

Tras la Guerra de Secesión, el pobre pavo comenzó a usarse como aglutinante para reconstruir la maltrecha sociedad estadounidense. Había que encontrar una zona neutral en cada casa. Qué mejor que una tradición inglesa que llevarse a la boca. El pavo también prestó servicios con la llegada de inmigrantes, recordándoles que la americanidad estaba en sus adentros. 

Hoy por hoy, muchos no saben que hacer con el pavo, y las mesas, sobre todo las más acomodadas, lo han embuchado en la festividad de Acción de Gracias, tratando de diferenciarse de las mesas con menor despliegue culinario con presupuesto más ajustado. Pero para el tradicional, el pavo y el pastel de ciruela, de rigor.

lunes, 1 de enero de 2018

¿Qué se puede hacer con una silla y un cono?

La nieve y el mal tiempo me han recordado una costumbre muy bostoniana que quizás se dé en otros lugares pero que solo he visto aquí: reclamar el trozo de carretera que uno acaba de limpiar. ¿Y cómo defienden su parcela excavada estos vecinos motorizados? Una silla les vale, aunque un cono de señalización al que se nota que le han dado buen tute es su perdición.



Nuestros queridos vecinos se lo toman tan en serio esto de la posesión del lugar que en alguna zonas, lo he presenciado en el barrio italiano, el North End, han llegado a rajar las ruedas del incauto que se atrevió a retirar la sillita. En aquella ocasión se trataba de una silla, de las de plegar.


Si Massachusetts es buena muestra de ello, una silla y un cono son suficientes para atizar el espíritu colonialista de cualquiera.



martes, 4 de julio de 2017

1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo y .. 4 de Julio

He estado paseándome por el calendario estadounidense, y como me temía, efectivamente julio, además de ser el Mes Nacional de las judías cocidas, las artes culinarias, las barbacoas, los helados, los rábanos y los picnics, también lo es, como no podía ser menos, de los perritos calientes. Hace ya unos días que se huele la carne braseada y las latas de cerveza han destapado su chispa.

La chispa también se ha desatado en el agua. La guardia costera ya ha hecho unas cuantas paraditas a lancheros por superar el límite de velocidad permitida y conducir bajo los efectos del alcohol.

No sé cómo se celebrarían las fiestas del 4 de Julio allá por 1776, pero seguramente la guardia costera no tuvo que emplearse a fondo para echar el guante a este tipo de flora marina. Y de perritos y hamburguesas nada de nada, ya que estos irrumpieron a comienzos del siglo XX.

Cuenta la leyenda que el presidente Adams y su esposa Abigail cenaron sopa de tortuga, salmón de Nueva Inglaterra, guisantes y patatas hervidas. De postre pudín indio y pastel de manzana al estilo Pandowdy, un postre, como todos los estadounidenses, sumergido en azúcar.

En cuanto a los fuegos artificiales parece que estos sí que fueron convidados fijos en la celebración, aunque las cargas de color no aparecieron hasta que los italianos las trajeron en los años 30 del siglo XIX.

Este año, en el paseo marítimo, dos novedades. Un puesto de comida sobre ruedas que despacha tacos coreanos a cuatro dólares la pieza. Eso, y un cartel pintado a mano sobre la barandilla de acceso a una vivienda: En esta casa no hay lugar para el odio.

Esperemos que ni en esa ni en ninguna.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Frío sobre ruedas

El cambio climático ya está aquí.

Que cómo lo sé. Porque he visto al señor del furgón de los helados dándose un par de vueltas al vecindario al soniquete de It's a Small World, (canción Disney), a la espera de que los niños lo vieran cuando el autobús les dejara al cuidado de sus benefactores.

He dicho furgón porque las heladerías también van sobre ruedas. Y es que con los precios de la gasolina, por lo que se paga en España por un litro aquí casi dan cuatro, y eso sin contar con el subidón que nos ha metido en el cuerpo el gobernador Christie, que, lógicamente, ha repercutido en los bolsillos de los que tienen menos y necesitan, igual que los ricos, un medio de locomoción, es posible hacerse con una heladería móvil.

El surtido de helados no es muy variado, los típicos sabores de vainilla y chocolate. Ni que decir tiene que no hay opciones veganas. Nueva Jersey es bastante quesera, lechera y carnicera. En San Francisco estoy convencida de que las heladerías sobre ruedas exclusivamente veganas hacen el agosto. He aquí una idea empresarial, por si alguien se siente con espíritu emprendedor y le apetece echarse a la aventura... y a la carretera.

jueves, 29 de diciembre de 2016

El tercer Ives

Con Burl Ives (1909-1999) cerramos la trilogía de los Ives. Y se trata de otro músico, cantante, tocaba muchos instrumentos, entre ellos el banjo, la guitarra o la cornamusa de Northumbria, aunque este trovador también es conocido por su presencia en largometrajes (muchos lo recordamos encarnando al padre de Brick en La gata sobre el tejado de zinc caliente de Tennessee Williams).

Con su voz vive Sam, el muñeco de nieve de la película animada Rudolph the Red-Nosed Reindeer (Rudolf, el reno de la nariz roja) y que, todas las Navidades, proyecta la cadena de televisión CBS.

Desgraciadamente la Caza de Brujas macartista lo fichó como comunista, empujándolo a que cooperara con el Comité de Actividades Antiestadounidenses y delatara a algunos intelectuales, entre ellos Pete Seeger. Ives consiguió que lo sacaran de la lista negra, pero la traición le costó amistades. El propio Seeger lo ignoró durante cuarenta y un años, cuando ya enfermo y en silla de ruedas, tocaron juntos en un concierto benéfico.

Mejor que lo recordemos por su voz, aunque sus perseguidores de antaño quisieran empañarlo.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Ives 2

El segundo Ives de la trilogía es Charles Ives (1874-1954). Si, en literatura Mark Twain era considerado El americano, es en la música donde Ives disfruta del mismo título.

Su carácter representa el optimismo y el idealismo, atribuyéndosele la integración de lo americano con las formas de la música clásica europea. Su voz anticipa la de otro americano, quizás más conocido, Aaron Copland. 

Ives comenzó a componer a los trece, siendo el órgano su especialidad. De su padre recibió su primera instrucción, completando en Yale (Connecticut) sus estudios bajo la dirección del profesor Horatio Parker, probablemente el mejor profesor de composición de la época. Sus cuatro Sonatas para violín suponen la mejor contribución americana a este género.

A Ives se lo conoce por su pasión por experimentar y por su gusto por lo nuevo, de ahí que seguramente su popularidad solo ganara impulso años después de su fallecimiento. 

El rechazo de sus piezas y una mala salud probablemente avivaron ese monstruo que es la sequedad de la imaginación. Exhausto, aunque sin perder el sentido del humor que lo caracterizaba, dejó el mundo de los negocios (poseía junto a un socio una millonaria agencia aseguradora), al tiempo que también despedía a sus composiciones. 

martes, 27 de diciembre de 2016

El primer Ives

Una prueba de que se está al tanto del ambiente navideño es conocer la obra de Currier & Ives.

¿Y quiénes son Currier & Ives? Nathaniel Currier y James Merritt Ives fueron un tándem de éxito especializado en litografías. Sus estampas de invierno, esos trineos tirados por un caballo, han quedado en la memoria de muchos americanos, aunque hay que decir que estos impresores hacían todo tipo de escenas. Catastrofistas, sentimentales, deportivas, de caza, religiosas, políticas, con trenes, barcos, bomberos en el furor de las llamas, carreras de caballos, retratos... todo les valía. Más de un millón de impresiones entre 1835 y 1907. Con esta productividad, no es de extrañar que ellos mismos se calificaran Publishers of Cheap and Popular Pictures (Editores de dibujos baratos y populares).

Currier&Ives
Currier nació en Massachusetts en 1813. Bajo la tutela de un tal Dubois, oriundo de Francia, el cual trajo la litografía a los Estados Unidos, se ejercitó Ives. En 1833 y tras años de aprendizaje abrió su propio negocio en Filadelfia.

Probablemente sus piezas más famosas sean sus impresiones en lápidas, en las que representa el dolor inconsolable de las familias que han perdido un ser querido.

Nacido en Nueva York en 1824, Ives se le unió más tarde, en 1852. Aunque comenzó como contable, también tenía en su haber habilidades artísticas que puso a disposición de Currier, mejorando las ventas. En 1907 la compañía, incapaz de competir con los nuevos avances en el fotograbado, se vio obligada a cerrar.

Su nombre aún persiste a modo de fundación.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Kit de inglés 22: Christmas in America


Con las Navidades soplándonos en el cogote, me ha parecido adecuado traer unas cuantas tradiciones gastronómicas de estas festividades a la mesa.

Hablando de mesa. En una entrada anterior mencioné que el pavo era típico de Acción de Gracias. Pues continuamos con el pavo, aunque en Navidades se prefiere dejarlo un poco de lado y optar bien por una especie de jamón cocido gigante que se mete al horno o si se tiene más dinero o ganas de aparentar que se tiene, por un ganso también al horno. Cada animal lleva sus respectivas guarniciones que se ponen en distintos cuencos para que cada cual se sirva lo que le apetezca. Puré de patatas, verduras igualmente asadas previo embadurnamiento con varios cucharones de azúcar o de mantequilla. Las judías verdes al estilo amandine (requiere almendras) son un clásico.

En los postres es donde más variedad se encuentra. Todo tipo de pies (tartas). La pronunciación es algo así como páis.

Pies de coco (coconut pies), de calabaza (pumpkin pies), de manzana (apple pies), de batata (sweet potato pies) y de nueces pacanas (pecan pies), un pelín amargas pero de buen sabor.

Mi favorito es el fruitcake, el pastel de frutas que nadie quiere. Y no me extraña porque hay que tener un paladar muy especial para adorarlo. Dicen que el de Kentucky, al estar borracho de bourbon, es el que mejor entra. Pero seco suele ser el gran repudiado. De hecho, el envío postal del susodicho es prueba evidente de que se odia a la persona a la que se va a hacer entrega de tan flamante obsequio. Pero si no se quiere, siempre se le puede dar uso enviándolo a otra familia.

Las galletas de jengibre (ginger cookies), y ambrosia, un postre hecho a base de naranjas y coco, típico del sur, también suelen estar en la mesa.

De beber, sidra (cider), pero sin alcoholizar, preferentemente caliente. Y el eggnog (ponche de huevo), una especie de natillas bebibles a las que se les suele añadir nuez moscada o vainilla, un toque de canela y algo de licor, aunque este último es opcional.

Para decorar el típico árbol aunque muchas casas prefieren los Christmas villages (pueblos navideños).

La flor de Pascua o poinsetia, llamada así en honor a Joel Roberts Poinsett, el embajador estadounidense que la sacó de México en la segunda década del siglo diecinueve, también da color a los hogares.  

Y en las calles luces por todos sitios, como si cada rincón fuera un Disney World.

Merry Christmas.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Facebook, pero en papel

Con las festividades navideñas tocando a las puertas, el cartero trae en su pequeño furgón de puertas correderas los inevitables christmas. Pero no vienen solos. De hecho, parece que la tradicional felicitación navideña está perdiendo terreno frente a la carta anual que incluye distintas tomas de la familia en papel Kodak XTralife con perro y gato si los hubiere.


No sé cuándo comenzó esta tradición de enviar un resumen con los logros anuales, parece ser que la aparición del ordenador tuvo algo que ver, pero la adición del fotoálbum ha sido de aparición más reciente.

Y debo decir que muchos americanos la temen porque, manipulando las palabras de Norman Mailer, estamos ante un Anuncio de sí mismos, una especie de ostentamaratón de lo conseguido en el año a punto de finalizar.

Ya sea la instalación de un parterre o la compra de un nuevo collarín para Toby, todo cabe en su labor anunciadora. Facebook por unos instantes toma cuerpo para verse en papel.

Un Merry Christmas de los Webster y un débil esperamos que estés bien y sin miramientos.

¿Que qué hemos estado haciendo?

Mary se lleva el primer párrafo con su máster y menudas notas. Todo sobresalientes.

El segundo para Adam. Otro máster para él. Hay que destacar que además se las apaña para trabajar a tiempo completo.

Por supuesto que han viajado. Y de lo lindo. Incluso se han comprado su tercera casa de verano en la Toscana.

Los nietos se han cruzado el país en Harleys y han dormido en el Hilton.

También tuvieron visita extranjera, jugaron al golfo y dieron una fiesta para setenta invitados.

En Inglaterra el Lord Alcalde les dio el título de Freeman (miembro de un gremio) y luego lo celebraron con un almuerzo, prolongadísimo, al que asistieron amigos a los que no habían visto en quién sabía el tiempo que hacía que no habían visto.

La última línea un pretendido amago de interés hacia el receptor: Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo, que realmente debería interpretarse como un gracias por haber leído hasta el final.

Dios te bendiga,
Mary, Adam, Will, Audrie y Toby.

Martes 13 es Viernes 13


Estoy de suerte. Como vivo en suelo americano, hoy, por lo menos, me he librado de la mala fortuna. Y es que en el mundo hispano y creo que también en Grecia el martes 13 no cae bien. En Estados Unidos el día con mal fario es el viernes.

Me ha llamado la atención que, de haber caído en este día, el país habría registrado unas pérdidas que oscilan entre los 800 y los 900 millones de dólares. Y es que aproximadamente unos 20 millones de personas sufren algún tipo de trastorno de pánico asociado al dichoso día que no les permite operar con normalidad.

El próximo cae a mediados de enero del 2017. Ya se verá si Jason Vorhees se sale con la suya.

lunes, 12 de diciembre de 2016

8 cosas que hay que saber para desenvolverse por Nueva Jersey

Con las vacaciones navideñas encima quizás alguien esté pensando en pasarse o tenga que pasarse por Nueva Jersey.

Aquí dejo una lista a tener en cuenta.

1. La mayoría de los coches son de gasolina y de conducción automática. Recomiendo practicar, si es posible, antes de lanzarse a la aventura. No es difícil pero la falta de embrague despista y el acelerador se exalta enseguida.

2.  No todas las gasolineras despachan diésel. Recomiendo hacerse con una lista antes de emprender el viaje.

3. Nueva Jersey y Oregón son los dos únicos estados que prohíben el autoservicio en las gasolineras. Así que hay que abrirle el depósito al que despacha. No se les da propina.

4. El combustible sale más barato si se paga en metálico que si se paga con tarjeta.

5. Y hablando de propinas. Son obligatorias, al menos que el servicio haya sido espantoso, para los taxistas, camareros, peluqueros, y en general, para las personas que nos prestan un servicio. (A los que despachan pizza en un área de servicio o están en la caja registradora de un Starbucks, por ejemplo, se les puede dejar una pequeña propina en un tarro de cristal que suele estar en el mostrador. Lo reconoceremos porque lleva pegado con papel celo el letrero TIPS (propinas) que alguno de los empleados ha escrito con rotulador. La propina varía, no hay unificación de criterios en este tema, pero lo normal es dejar entre un 10 y un 15 % antes del IVA (Taxes en inglés). Ojo que si vamos a un restaurante en manada la propina seguramente será mayor.

6. Existen dos vías principales que cruzan Nueva Jersey: The Garden State Parkway y New Jersey Turnpike. Las dos son de pago y no son nada baratas. 

La primera cruza de norte a sur, la otra va más en diagonal. Esta última une Nueva York por el norte y por el sur pasa muy cerca de Filadelfia. Si queremos ir a la Gran Manzana tomaremos The Garden State Parkway. La conducción por esta vía no me parece muy complicada, aunque a veces la señalización es un poco confusa.

Lo que sí es confuso es el sistema de peaje. Para empezar. Cuando uno quiere incorporarse al Garden State Parkway, normalmente hay que encestar, y digo bien, encestar una moneda de veinticinco centavos y otra de diez en una especie de canasta gigante de plástico para que se nos permita la entrada. No me extraña que este país sea tan fecundo en baloncestistas de primera. ATENCIÓN. En la incorporación no hay personal. Solo una cámara vigilante. Así que mejor ir bien cargado de monedas (solo se puede pagar con monedas) si uno no quiere incurrir en una falta. Lo mismo sucede a la salida.

Una vez incorporados tendremos que pasar por otros peajes, aunque esta vez es más fácil porque hay personal. Eso sí. No todos los puestos están atendidos con trabajadores. De hecho casi todos están mecanizados y solo están habilitados para aquellos que dispongan de pases anuales. Si no se tiene monedas, habrá que ir al carril que dice Cash Receipts (Metálico. Recibos) y si se tiene monedas se puede ir al Token Exact Change (Ficha. Cambio exacto) donde volveremos a practicar el jueguecito del enceste.

7. Si se prefiere o se va con un presupuesto más ajustado, es lo que yo hago, es posible dejar el coche en un aparcamiento al aire libre, normalmente abren de 5 a.m. a 1 de la madrugada, por un precio asequible que incluye un billete de ida y vuelta para una persona en autobús. Eso sí. Hay que tener paciencia, y mucha, para poder hacerse con una plaza. Antes de las 9 de la mañana es bastante difícil dar con una. Estos lugares se denominan Park and Ride (Aparca y Monta). También se puede pagar los peajes para cruzar el río Hudson pero aparcar en Nueva York puede resultar oneroso.

8. Para los amantes del agua también se puede cruzar en ferry.


Curiosidad. La Estatua de la Libertad está en aguas de Nueva Jersey y no en las de Nueva York.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Fifi que estás en los cielos

Antes, cuando se nos moría la tortuga, la tirábamos a la basura o como mucho, si vivíamos cerca de un descampado, le hacíamos al animal su pequeña fosa, despidiéndolo con unos humildes honores. La simpleza de la ceremonia, ¿era indicativa de que nos importaba un bledo nuestra tortuga?

Pero los tiempos han cambiando y no cabe duda de que han sabido adaptarse a las necesidades del mercado, tocando la fibra sensible de casi todos los bolsillos. La de pudientes, la de los quiero y no puedo y la de los que verdaderamente no pueden, pero les da lo mismo y se gastan la paga semanal en algo que les resulte reconfortante.

Reconfortante para el espíritu, que no para el bolsillo, es asegurarse de que los que se quedan en este valle de lágrimas honran al finado en su tránsito a un mundo mejor. Y esta cortesía también los incluye a ellos, a nuestros queridos animales.

Hace unos días que el estado de Nueva York aprobó una ley (solo afecta a los cementerios regulados por el estado) por la cual se permite que el animal sea enterrado con el amo siempre y cuando la mascota sea incinerada, probablemente por motivos de salubridad.

El enterramiento de la mascota no es nuevo en Estados Unidos. Ya en 1896, precisamente en el estado de Nueva York, se inauguró el primer cementerio solo para ellos.

El pago a la fidelidad animal no solo se hace en vida. ¿Quién no se habrá sonreído o tal vez tirado de los pelos al saber que Trouble, un bichón maltés, heredaba la friolera de doce millones de dólares?

Es en la mala hora donde se ven las verdaderas intenciones, y, por lo visto, las de muchos americanos es bendecir a sus mascotas, porque Fifi es una más en casa, con una ruta dorada que, por motivos obvios el animal es incapaz de apreciar, pero que aliviará el peso en el corazón del amo.

El último adiós es de rigor. Para suavizar la despedida, los dueños no reparan en gastos. Fifi merece un funeral por todo lo alto. Galletitas gourmet, indumentaria de encargo, juguetes, correas a la última, camas, almohadones, mantas con una fotografía impresa del animal, velones en forma de hueso, un CD personalizado con sus canciones preferidas y cualquier otro enser que pudiera hacer las delicias del difunto animal. Y para el doliente, un bucle del caniche, el poema de la despedida enmarcado y una impresión en arcilla de las patas.

No sé si ya se hace, conociendo el temperamento emprendedor del americano seguramente que ya se haya puesto en marcha, pero me parece que es en la especialización donde reside la clave del éxito: ¿habrá caído alguien en la cuenta de que Fifi era hija de patriarcas hebreos y que el cerdo ni probarlo? ¿O acaso era irlandesa y se pirraba por la Guinness?
 
No cabe duda de que la aprobación de esta ley va a hacer llamear para la eternidad la sonrisa de muchos, porque, como sabemos, este negocio nunca quiebra, es más, a tenor de lo visto, no importa lo mucho que se excave. Va al alza.    

lunes, 31 de octubre de 2016

Qué es el lacrosse

Me parece que el lacrosse no es muy conocido en España, pero en Estados Unidos y Canadá se practica bastante.

El origen de este deporte se atribuye a los nativos americanos, ya se practicaba en el siglo XI, y, a juzgar por el ingente número de participantes, variaba entre los 100 y los 1000, no cabe duda de que merece llamarse un deporte de equipo.

Su práctica no se debía a un único motivo, aunque las razones religiosas, iniciáticas o simplemente de índole recreativa eran las que tenían mayor presencia. Las apuestas muchas veces eran parte del juego.

Nunca he tenido ocasión de practicarlo, pero sí he tenido ocasión de ver a algunos de mis exalumnos universitarios en acción, y debo decir que me pareció muy rápido. Creo recordar que las jugadoras no llevaban ningún tipo de protección, como mucho una especie de gafas de buceo y unos guantes. En cambio ellos iban pertrechados hasta las orejas.

Su práctica requiere un bastón alargado que remata en una red de cabeza triangular y que tiene cierto parecido a las raquetas para la nieve de hace décadas. El bastoncito varía en longitud dependiendo de la posición que ocupe el jugador. Solía hacerse a partir de madera de pacana, una especie de nogal, pero desde 1970 se puede jugar con uno sintético. En la canastilla que forma la red caerá una bola de caucho que pesa unos 140 gramos y tiene un diámetro de unos 6, 4 centímetros. Normalmente la bola es blanca.

En el lacrosse moderno suelen enfrentarse diez jugadores por equipo, y el objetivo es introducir la pelota de goma en la portería contraria. El nombre del deporte es francés, debido a la presencia francesa en Canadá. La primera mención vino de la mano del misionero jesuita Jean de Brébeuf, cuando en 1636 deja por escrito la práctica de este deporte en la tribu de los hurones.

Curiosidad: El hockey sobre hielo y el lacrosse son considerados los deportes nacionales de Canadá. Uno de invierno y el otro de verano, claro.  

miércoles, 26 de octubre de 2016

Deportes nada recomendables: segunda parte

Pero el rechazo que siento hacia la cacería me temo que no alcanza al deporte más radical de mi lista: no se trata del rebozo por el lodo mientras se intenta dar de puñetazos al contrincante. Tampoco es lanzarse al vacío vestido de Batman. No.

Para practicar esta actividad no se requiere ninguna habilidad mental, pero sí un importante desembolso. Unos 500 dólares para comenzar. Hay que trucar el motor de la camioneta para que estrangule el tiro de las dos chimeneas, una a cada lado, que esta práctica suele requerir. Pero esa inversión se queda corta si la comparamos con la cantidad de diésel que el animal reclama cada vez que llena sus horas muertas. Y es que para estos deportistas no hay nada como humear al que dé muestras de ser progre.

Este deporte se juega por parejas, aunque uno de sus miembros está a la fuerza. También se requiere que el dueño del furgón, para eso pone el material, disfrute como un enano a costa del otro. Estos atletas también dan prioridad a los adversarios que tengan un utilitario híbrido o eléctrico, sintiendo especial debilidad por el Toyota Prius. Si la conductora es mujer, preferentemente mayor, a bordo de un Toyota, entonces habrá hecho las delicias de estos campeones. Un último requisito. El conductor debe ser republicano y el reacio compañero de equipo, como mínimo, demócrata.

Aunque esta práctica conocida como rolling coal, rodar carbón, no es de ahora, ha cobrado un nuevo impulso bajo la era Obama, y es en las zonas rurales donde he notado que existe una mayor afición por la fumigación, aunque su sucia estela se está propagando alarmantemente.

Para respaldar la pasión que sienten por este deporte, los hinchas disponen de múltiples abalorios para colgar o pegar, siendo las partes más visibles del vehículo, lógicamente, las seleccionadas. Mis preferidas son las pegatinas Prius Repellent (Repelente para Prius) y una suerte de testículos de plástico colgados del parachoques trasero.

Deporte de alta competición, no cabe duda.

lunes, 24 de octubre de 2016

Deportes nada recomendables: primera parte

No tengo cuerpo de deportista, lo reconozco, pero soy humana y disfruto con las proezas de otros. No desdeño ninguna actividad, aunque, como cualquiera, tengo mis preferidas. La resistencia de Haile Gebrselassie siempre me ha dejado con la boca abierta y la capacidad de atletas como Tamae Watanabe, que, a la friolera de setenta y tres años, ha sido capaz de subirse y bajarse el Everest, superando el récord del año anterior que ella misma estableció, me llenan de espanto y envidia.

También valoro la pericia que actividades como el golf requieren. Quién no se habrá quedado maravillado con el Tiger Woods de tres añitos pateando como si tuviera diez. Pero quizás sea la naturaleza conservadora de esta ocupación lo que más me aleje de una rápida acogida.

Mi reticencia probablemente se deba a los perjuicios medioambientales que suelen acompañar esta práctica, aunque reconozco que la imagen, seguramente estereotipada, del proctólogo preguntándole al gastroenterólogo dónde fue a caer la bola, tampoco es que ayude mucho. Déjenme aclarar que en Estados Unidos se tiene la idea de que los doctores se pasan las tardes de los miércoles en el club de golf con sus compañeros de gremio. No sé quién difundió esta fábula. Probablemente algún cliente poco satisfecho.

En esta trayectoria descendente la caza ocupa un lugar menos honroso, tal vez porque, durante años, la vista de cartelones escritos a mano, degradados por rayos cósmicos anunciando "Pierde tus armas y perderás tu libertad" me han ensañado. Tampoco es que los cañoneos de balas de temporada hayan contribuido a mejorar el concepto que profeso por dicha actividad, lógicamente por la víctima, el animal, y por las gentes que, como yo, vivimos acostumbrados, que no inmunizados, a las descargas.

En Estados Unidos la caza cuenta con gran cantidad de adeptos. Recuerdo que, cuando era profesora en Pensilvania, los chicos me pedían que cancelara las clases porque se había abierto la temporada, que, por cierto, nunca tenía fin. Conseguir una licencia de caza no es difícil y a los doce, siempre y cuando se esté acompañado de un adulto, ya se considera que se está listo para pasar unas cuantas horas detrás de un árbol.

Thoreau no hubiera estado más de acuerdo con la autoridad expedidora. Cuanto antes, mejor. Al joven hay que destetarlo de su instinto asesino, pensando que, solo así, podrá alcanzar la madurez emocional y moral. Admito que estas reflexiones me intranquilizan ligeramente porque, o bien los cazadores son menores acompañados en su proceso formativo, o simplemente son adultos que no superaron las pruebas y andan aún en la fase del destete.    

Estoy convencida de que algunos se apresurarán a extraer una lectura procomunista y antiamericana de esta confesión. Qué le voy a hacer. Seguramente no llevo muy bien que, como senderista, tenga que seguir las recomendaciones de algunos parques en los que se advierte que el uso del chaleco antirreflectante no está de más.

Quiero pensar que con este estímulo la posibilidad de que se nos tome por ciervo quedará totalmente erradicada. No sé si lo habrán probado, pero en invierno y en verano la puesta del chaleco es totalmente insufrible. En invierno porque ya lleva una suficientes capas encima como para añadir una nueva dimensión a esa masa difusa en la que ya se ha convertido y que, a duras penas, se abre paso en la nieve. Y no es por cuestión estética, no, pues a diez grados bajo cero andamos todos hechos unos cristos.

En verano el calor y la humedad simplemente hacen abominable esta prenda, convirtiendo al que la lleva en una insalubre rojez que solo beneficiaría a doctores, aquí salen otra vez, y a las aseguradoras médicas. Nadie escapa de las erupciones cutáneas, lo que requiere una visita al dermatólogo, segunda tras la forzosa parada y fonda en el médico de cabecera para que, efectivamente, atestigüe y cobre por la comezón.

En las estaciones restantes es más ponible pero aun así, ¿por qué debe uno estar sujeto a dicha incomodidad si solo pretende pasear, respirar tranquilidad, pensar, tal vez desfogarse, pasar desapercibido en lugar de berrear su presencia?

Dentro de poco, ¿un casco para repeler los tiros perdidos será parte del ajuar? Buena puntería, como siempre, para el mercado. Y no nos olvidemos de los doctores. Ni de las aseguradoras.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Los colores, ¿cosas de ricos?

El lunes que acabamos de dejar atrás fue Labor Day (Día del Trabajo). Con él se da oficialmente por concluido el verano. El martes fue la vuelta al colegio, y las playas, medio vacías, ya no son de pago. En Nuevo Jersey la mayoría de las playas requieren un pase en época estival. Se puede acceder a ellas gratuitamente a partir de las 4:30 de la tarde, cuando los turistas ya han gastado el sol.

Leyendo un artículo sobre el origen de esta fiesta, me he enterado de que era una celebración de la ostentación, un festival de apariencias, un anuncio para demostrar quién era el más potentado, un método para distinguir la pertenencia o no a esta hermandad de agraciados. El Día del Trabajo se estableció oficialmente a nivel federal en 1894, aunque el código de vestimenta que vino con él se remonta a fechas cercanas a la Guerra de Secesión.

El pánico y el asco saltó entre las damas emperifolladas al estilo de Lo que el viento se llevó. El dinero viejo, así lo llaman aquí, el dinero rancio, de tradición, con solera, vamos, dinero de terratenientes, estaba bajo amenaza. El dinero nuevo, término utilizado para definir a los nuevos ricos, era su nueva preocupación. A las esposas de los latifundistas no les quedaba más remedio que reforzarse contra la vulgaridad. Molly Brown, la activista y superviviente del Titanic es un gran ejemplo. Por si no han visto la película, esta mujer, de la noche a la mañana, se hizo rica con yacimientos de oro.


Para quitarse la chusma de encima, la élite diseñó una etiqueta, únicamente conocida entre el personal de rancio abolengo, por la que se consideraba que era una abominación que las mujeres fueran de blanco en otoño. Esta normativa no afectaba únicamente a los colores sino que minuciosamente recorría todos los aspectos de la vestimenta. Por ejemplo, una longitud de manga inapropiada, y la pobre era desollada. Hoy en día estas imposiciones se han templado, aunque, a veces, se oyen voces censurado el uso del blanco fuera de temporada.

Y ustedes, ¿creen que el blanco es para el verano o son cosas de los ricos?

martes, 30 de agosto de 2016

Pioneer Days

Cuando vivía en Pensilvania todos los veranos acudía a un festival que duraba un par de días y que pretendía celebrar la herencia de los nativos americanos de la zona oeste de dicho estado. En el mismo también se reproducía cómo era la vida en los tiempos de los pioneros. En una explanada del parque de protección estatal, previo pago de un dólar, cantidad simbólica, se podían ver los distintos campamentos a los que se les habían asignado distintas funciones y contenidos.

En el asentamiento indio, por ejemplo, las mujeres preparaban un suculento guiso a base de pavo, arroz, maíz, judías, calabaza y patatas. También se veían tipis o tiendas indias, completamente deshabitadas por el calor sofocante y la agresión de mosquitos. Algunos actores llevaban collares de garras de oso, tenían la cara pintada de negro y vestían taparrabos, en clara alusión a las tradiciones indias, y, por lo que supe después, de raigambre hurona.

En los otros campamentos también se cocían demostraciones con destrezas del ayer: elaboración de mantequilla, confección manual de helados, fabricación de velas, hilado o talla de madera. En la misma pradera había una sección con sillas plegables. Era para acomodar a los asistentes de la subasta a sobre cerrado o lo que aquí llaman subasta silenciosa. En un papel los participantes escriben la cantidad que ofrecen por el objeto subastado, evitando así la lucha con una contraoferta. Normalmente estas subastas son de carácter benéfico. El tradicional concurso de a ver quién se embucha más pasteles, previo pago de una cuota de inscripción, por supuesto, no faltaba. Como tampoco faltaba el campamento de la Guerra de Secesión que aquí se denomina Guerra Civil.

Hombres uniformados de azul limpiando sus armas, haciendo prácticas de tiro o enseñando a los asistentes cómo disparar un rifle. La función de las damas también tenía su espacio en el campamento bien al pie de una cocción o paseándose del brazo de un militar. Pero, lo que más tirón tenía sin duda, eran las recreaciones de tres personajes históricos: Abraham Lincoln, Ben Franklin y Daniel Boone, ¿sería porque estos dos últimos eran oriundos de Pensilvania?

Me he enterado de que, este año, tras veintidós ediciones, el festival se ha cancelado. Supongo que por motivos de índole económica. Una lástima que las oportunidades de ocio y conocimiento, independientemente de los estereotipos, se vayan arrumbando. Así perdemos todos, ¿no les parece?

viernes, 26 de agosto de 2016

Kit de inglés 5: How sick are you?

Siguiendo la estela a los surfistas y los skaters hoy traigo otra palabra que comenzó en estas comunidades y cuyo uso parece remontarse a la década de los 80. La palabra en cuestión es sick (sik).

Literalmente significa enfermo pero en el inglés americano coloquial es una mezcla que combina la sorpresa con lo magnífico, sensacional o increíble. Si visitáis el kit de inglés 4, ahí veréis que lo que se mezcla, no es ni más ni menos que algo impactante con awesome, tras presenciar algo cool (ver el kit de inglés 3). Si bien cool y sick parecen sinónimos, existe una pequeña diferencia. Sick se usa para describir acciones que tienen resultados más extremos e impactantes. Por ejemplo, tirarse sin paracaídas al vacío es sick, no cool.

Aquí van unos ejemplos. 

That is sick (literalmente eso es enfermizo).
You're sick  (literalmente estás enfermo).
Mary is sick (literalmente Mary está enferma, aunque seguramente quiera decir un poco loca).

How sick are you?