lunes, 28 de noviembre de 2022

De biblias y presidentes.

"Juro (o afirmo) solemnemente que desempeñaré fielmente el cargo de presidente de los Estados Unidos y que, en la medida de mis posibilidades, preservaré, protegeré y defenderé la Constitución de los Estados Unidos”. 


loc.gov

Este es el juramento o afirmación que suele hacer sobre una biblia el presidente electo cuando toma posesión del cargo. Y digo suele porque John Quincy Adams no usó biblia. Theodore Roosevelt la usó para su segunda ceremonia inaugural. En la primera no le dio tiempo porque, de prisa y corriendo, tuvo que ocupar el cargo del presidente William McKinley, asesinado en 1901. 

Algo parecido le sucedió a Lyndon Johnson, que, con el asesinato de John F. Kennedy, tuvo que echar mano a lo primero que encontró en el avión, y que fue un libro de oraciones de la doctrina católica. Johnson era protestante. No obstante, en 1964 sí que usó una biblia para prestar juramento al cargo. Los dos presidentes cuáqueros que ha tenido Estados Unidos, Herbert Hoover y Richard Nixon, también juraron sobre una biblia. Franklin Pierce, por su parte, presidente de 1853 a 1857, prefirió afirmar en lugar de jurar, y eso que no pertenecía a una religión contraria a los juramentos como era el caso de la comunidad cuáquera. Quincy Adams y Pierce se contentaron con apoyar la mano en un libro de leyes. 

Y un par de apuntes más. El presidente electo puede traerse la biblia de casa o usar alguna de las que se conservan en el Capitolio. La del presidente George Washington parece que es la que más trasiego tiene. La de Lincoln le va a la zaga.

Los Padres Fundadores nunca establecieron que jurar sobre una biblia fuera requisito, pues la libertad religiosa así lo aseguraba. Pero los presidentes electos parece que, sin una biblia que echarse a la mano, no se ven muy iluminados.

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