miércoles, 10 de octubre de 2018

A mí no me engañas

[Treasure room, Widener Library at Harvard University, Cambridge, Massachusetts]

Hace unos días leía en El País que tres investigadores han logrado colar artículos credibilidad cero en prestigiosas revistas. Su objetivo era demostrar que “en ciertos campos de las humanidades” la investigación ha dejado de centrarse “en la búsqueda de la verdad para prestar más atención a las injusticias sociales”.

Esto de poner a prueba el rigor de las revistas ya lo probó el físico Alan Sokal hace unos cuantos años. El profesor universitario envió un artículo a una afamada revista de estudios culturales que acabó por publicarse. El texto era verborrea ininteligible, vacua y grandilocuente, con una vena pseudocientífica que inmediatamente enloqueció a algunos editores. Si las ciencias tenían su código, ¿por qué no la iban a tener ellos?

Cuando descubrieron el pastel, Social Text, la revista que publicó Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity, (La Transgresión de las Fronteras: Hacia una Hermenéutica Transformativa de la Gravedad Cuántica) no tuvo problemas para salir del apuro: es una revista de investigación intelectual y listos. 

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