miércoles, 22 de marzo de 2017

El tijeretazo molecular

Como parte de la serie dedicada al Mes de la Mujer aprovecho para presentar a dos científicas que deberían llevarse el próximo premio Nobel en Fisiología o Medicina. Una francesa y una estadounidense: Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier. Por supuesto, estas pioneras no han llegado a donde están solas, siempre hay alguien que ha venido antes y que se ha encargado de quitar un poco o mucha maleza del camino.

El primero fue el biólogo japonés Yoshizumi Ishino, el descubridor del CRISPR en 1987. Le siguieron Ruud Jansen y el profesor Francisco Juan Martínez Mojica de la Universidad de Alicante y precisamente fue este último el que dio nombre a esta técnica o sistema de edición genética. El acrónimo de CRISPR se las trae: clustered regularly interspaced short palindromic repeats. Y en español repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas.

Estas dos científicas se están currando a base de bien la posibilidad de, básicamente, meterle un tijeretazo a los genes, quitar la parte dañada y/o reemplazarla. Y todo gracias a esas cochinadas que no queremos: los virus. Eso sí, han sido incapacitados. 


¿Y para qué vale esto? Poca cosa. Para evitar enfermedades no deseadas, por ejemplo. O para declarar el Día Internacional de la Inmortalidad. Pero hay límites. Las células de orden reproductor no se pueden tocar, al menos, de momento, en muchos países. Digo yo que estarán temiendo un colapso en las peticiones de niños a la carta. A mí póngamelo con un ojo verde, otro amarillo y rabo de lagartija, que bien pudiera ser. Y claro, siempre queda la inmortalidad, que también podrá comprarse al peso. 

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