martes, 3 de noviembre de 2020

Calentando motores.

Calentando motores. 

A las 3 de la tarde solo dos almas para ejercer el derecho al voto. Fuera, dos pancartas anunciando a los candidatos de cada partido clavadas en el césped de la iglesia electoral. Las pancartas tienen que estar situadas a más de diez pies (unos tres metros) de la entrada, ya que está prohibido hacer campaña electoral bajo las narices, estos meses encapotadas, del votante. La mesa electoral, dos pupitres separados por una mampara de plástico transparente. Hay que enseñar carnet de conducir o algún tipo de identificación que contenga una fotografía. Cuando el miembro de la mesa da con el nombre del votante, este tiene que firmar. Se le pide que retenga el bolígrafo, ya que, a continuación, otro miembro en una mesa más lejana, le hace entrega de una papeleta blanca, kilométrica, una cartulina, en la que uno deberá rellenar de tinta azul, sin salirse, el círculo elegido. En caso de borrón o de que uno se salga del círculo, hay que repetir la jugada y pedir otra papeleta. Eso dicen las instrucciones en el margen superior izquierdo.

Primera opción el grupo demócrata. Segunda republicana y tercera libertaria. Y cuarta, a rellenar con el nombre del candidato que uno quiera. Ejemplo: Tom Cruise. Arnold Schwarzenegger quedaría invalidado ya que el pobre no nació en Estados Unidos y, por lo tanto, la presidencia le está vetada. 

El votante se sienta en unos pupitres más alejados. Están cubiertos por amplias orejeras de cartón blanco que llevan la bandera estadounidense estampada en el centro. Una vez acabado el proceso de selección, uno de los vocales da instrucciones al votante para que, en una maquinita que parece una tragaperras de bar, se meta la papeleta boca arriba. Hay que esperar unos segundos para que el aparato dictamine que todo está a su gusto y nos despida con un ha votado


Antes de salir, el vocal que tiene asignada la vigilancia de la puerta de acceso despide al votante con una pegatina, un duplicado del mensaje que dio la maquinita pero en papel: ha votado. 

Esperemos que ni la tecnología ni los profesionales que la tratan hagan de las suyas esta vez.   

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