martes, 5 de enero de 2021

La encarnación del antifacebook.

En noviembre leía un correo de Christina Linares, editora de Renacimiento, anunciando la publicación de "los dos tomos de inolvidables cartas de Elena Fortún a Inés Field durante los últimos años de su vida: Sabes quién soy y Mujer doliente, tras la reciente aparición de Celia lo que dice y Celia en el colegio, así como una nueva edición ampliada de Celia en la Revolución, que incluye el texto inédito titulado «Cómo salí de España».

Sabes quién soy agrupa las cartas que la creadora de Celia escribió a la intelectual argentina Inés Field (1897-1994) entre diciembre de 1948 y mayo de 1950. Recién llegada Fortún a un Madrid en el que se siente extranjera, recibe la noticia de que su marido se ha suicidado en Buenos Aires durante su ausencia. Dan así comienzo meses de nomadismo entre España, Argentina y Estados Unidos y una intensa correspondencia remitida desde el mar y desde tierra firme. La dura realidad del regreso del exilio y el trauma de la guerra asoman en estas misivas que son también un epistolario de amor, amistad y ausencia. Una difícil estancia al norte de Nueva York y la crónica del alejamiento entre una escritora y un hijo mentalmente deshecho por lo vivido en la guerra civil y por no aceptar el éxito literario de su madre, rematan esta crónica que es la historia, contada en primera persona, del regreso a España de esta inmensa escritora, conocida y reconocida por ser la gran autora del género infantil de nuestra literatura, ahora redescubierta como gran autora de literatura sin etiquetas. Su autobiografía novelada Oculto sendero y este epistolario son una buena muestra de ello. 

Mujer doliente agrupa las cartas que la creadora de Celia escribió a la intelectual argentina Inés Field (1897-1994) entre mayo de 1950 y la Navidad de 1951. En Barcelona, la ciudad española más parecida a Buenos Aires, la escritora tuvo su último cuarto propio habitado en armonía antes de entrar en la enfermedad y agonía final que ella vio como justo purgatorio en vida. El amor a Inés se erige como última verdad en medio de una poderosa crónica del desmorone del cuerpo. La luz del último verano en el pueblo de Ortigosa del Monte antes de la entrega final a la experiencia del dolor escrita desde la cama se acercan en las cartas a Inés y al mundo de mujeres amigas –María de la O Lejárraga, Victorina Durán, María Martos, Carmen Laforet, Carmen Conde, Fernanda Monasterio y tantas otras– que nunca dejaron sola a esta inmensa escritora, conocida y reconocida por ser la gran autora del género infantil de nuestra literatura".

El mes pasado, pero ya aquí, en Estados Unidos, también teníamos la suerte de contar con otro acierto literario, en este caso se trata de una biografía sobre la vida de Louise Fitzhugh, otra magnífica escritora de libros infantiles y juveniles que, como Fortún, se zambuyó en la escritura para aligerar la dificultad de estar enamorada de otra mujer. 

Fitzhugh nació en 1928 en Misisipí. La madre de la escritora era una joven y bella bailarina sin recursos económicos. Por el contrario, su padre, un hombre muy acaudalado, se quedó con la custodia de la hija tras un divorcio muy sonado. Fitzhugh, que aún no llegaba al año cuando se produjo la separación, fue criada por la socorrida figura de la institutriz. Tres universidades americanas y estancias en Francia e Italia para estudiar pintura, su verdadera pasión. 

Fitzhugh, al igual que Ellen Raskin, también ilustraba sus propios libros. Desgraciadamente no tuvo mucho tiempo para dejarnos una obra extensa, (otra desafortunada coincidencia con Raskin), pero su novela Harriet la espía, con más de cinco millones de copias vendidas en todo el mundo, es su obra más reconocida. 

Fitzhugh, que vivió casi siempre en Nueva York, frecuentaba el mundo bohemio de los años 50 y 60, ese mundo habitado por beatniks y jipis. La autora, que no tenía pelos en la lengua ni tampoco en la tinta, los recoge para el mundo juvenil. Ni que decir tiene que, en un primer momento, padres y tutores quedaron desconcertados ante la honestidad del nuevo realismo que les presentaba Fitzhugh a través de la joven espía, una adolescente feminista de once años que acabará necesitando terapia psicológica. Con el tiempo, y como se ve por las ventas, dos millones y medio en los primeros cinco años de su publicación, esto es, hasta 1968, ese rechazo pronto quedó en el olvido.

Los que quieran descubrir el mundo creativo y levantar algún que otro fantasma de la vida de esta brillante autora, sin duda deberán tratar de hacerse con un ejemplar de Sometimes You Have To LieA veces tienes que mentir, una fantástico intento que hay que agradecer a Leslie Brody, especialmente cuando, exceptuando su obra, no existe mucho material que dejara Fitzhugh, extremadamente celosa de su intimidad. Su correspondencia, apenas existe. Tampoco dejó diarios esta mujer huidiza, y en vida, solo permitió que dos fotografías suyas se publicaran. La encarnación, sin duda, del antifacebook. 

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