domingo, 1 de agosto de 2021

La utilidad de Onésimo.

Biden quiere hacerle la vida imposible al que no esté vacunado y trabaje para el gobierno federal. Unos siete millones de personas son las afectadas. Los que no quieran vacunarse tendrán que atarse a la mascarilla y meterse un hisopo por las narices cada dos por tres.  

Atrás quedan los tiempos de Onésimo, el esclavo que, en 1706, desembarcara en Boston y que comprara el ministro puritano Cotton Mather, conocido, entre otras cosas, por su participación en los Juicios de Salem.  

En 1716 Onésimo le confió un secreto al esclavista: él sabía cómo combatir la viruela. Mather, a pesar de su severa religiosidad, tuvo la vista de no echar en saco roto las palabras del hombre al que llamó Onésimo (del griego útil). Que una vez le practicaron una operación, le dijo. Que le frotaron el brazo con una pequeña cantidad de la viruela y que así nunca sufrió sus terribles efectos. Y que, aquel que quisiera usarla, se libraría del contagio. Esa operación a la que se refería Onésimo consistió en frotarle una herida abierta en el brazo con el pus de una persona infectada. Mather comenzó a investigar. No tardó tiempo en descubrir que la variolización, así se denomina esta técnica, ya se usaba en Turquía y en China. Solo le quedaba propagar la buena nueva entre sus conciudadanos. 


La oportunidad no le hizo esperar mucho ya que, en 1721, la viruela irrumpió en Boston. Ni que decir tiene que la propuesta no fue bien recibida. ¡En qué cabeza cabía fiarse de las prácticas diabólicas de un esclavo! Otros, los más píos, se opusieron a su temeridad esgrimiendo que no era voluntad de Dios hacer que sus criaturas enfermaran.

Mather encontró eco en el médico Zabdiel Boylston, que, de inmediato, inoculó a su hijo y a sus esclavos. De las doscientas cuarenta y dos personas que le dieron el brazo, solo seis murieron, esto es, una de cada cuarenta. Los que prefirieron negárselo vieron como a uno de cada siete le tocó perder la vida. Ahora, en Estados Unidos ya no hay esa necesidad. Solo necedad. Por cierto que, con el tiempo, en Massachusetts la vacuna contra la viruela se hizo obligatoria. 

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