domingo, 13 de octubre de 2019

Enfermedad pulmonar misteriosa

A ocho de octubre, llevamos mil doscientas noventa y nueve personas afectadas con una enfermedad pulmonar misteriosa. ¿Qué tienen en común? El uso de cigarrillos electrónicos o aparatos similares.  A la inhalación mediante estos sistemas se conoce por vaping y, supongo que en el ámbito hispanohablante, por vapear. Las autoridades han debido ver la cosa tan mal, que hasta el republicano Baker, el gobernador de Massachusetts, acaba de prohibir la venta de productos aromatizados dedicados a esta actividad. Washington, Oregón, Michigan, Rhode Island, Nueva York y Montana también los han prohibido. La administración presidencial aún no se ha pronunciado, aunque el mes pasado dijo que los iba a retirar.

De momento, la prohibición se extiende a los productos que contengan nicotina y THC (principal componente psicoactivo del cannabis) que vengan disfrazados con riquísimos sabores y estén destinados a la inhalación. Melón, fresa, chocolate, chiles, palomitas de maíz con mantequilla... Fuera. Decir que la prohibición es temporal. Cuatro meses. Supongo que pensarán que, para entonces, ya habrán dado con la fórmula que les saque de dudas.


En la amplia gama de sabores bautizados con nombres extremadamente creativos reside, esencialmente, el problema, ya que los hace más apetecibles al público. Los usuarios más afectados por esta epidemia son los adolescentes que, de momento, suponen más de un tercio. Muchos de ellos consiguen las cargas a través de Internet, en la tienda de la esquina o en el quiosco del centro comercial, lugares en los que no les van a pedir identificación.

Para asegurarse la adicción, el cartucho nada en nicotina. Un recambio de un JUUL, por ejemplo, equivale a fumarse 20 cigarrillos en una sentada, una caja completa. Y si la nicotina se entrega en un envase que se parece a un pendrive, la resistencia es fútil. Palabra de Borg.

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