domingo, 18 de abril de 2021

El espíritu de la democracia.

Leía hace unas semanas en el Washington Post que, John Moore, el fotógrafo ganador del concurso World Press Photo 2019 con su Niña llorando en la frontera, se quejaba de que la administración Biden se lo está poniendo muy crudo a los periodistas que quieren documentar la situación de los migrantes en las zonas fronterizas. “Zero access”, "acceso cero", así es como Moore denomina a esta política. 

Dorothea Lange, una de los fotógrafos de la Gran Depresión a la que especialmente se la recuerda por haber trabajando para la Farm Security Administration (Administración de Seguridad Agrícola) en los años 30 del siglo pasado, tuvo que vérselas con una situación similar. 

Son muchas las fotografías de Lange las que han logrado romper la barrera del olvido, recordemos su famosa Migrant MotherMadre migrante, esa en la que Florence Owens Thompson, una mujer de 32 años, aparece en la escena con tres de sus siete hijos. Corre el año 1936 y nos encontramos en Nipomo, California. 

Y sin salir de California, su siguiente encargo. Hacer un seguimiento documentando el éxodo de la población japonesa-americana hacia los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Unas cuantas semanas estuvo Lange en el centro de internamiento o centro de relocalización de Manzanar, aunque, sin duda, esta misión nunca alcanzó el reconocimiento de la anterior. 

El hecho de que las fotografías se mantuvieran ocultas en los Archivos Nacionales de Washington obviamente no ayudó a su difusión. De hecho, tuvimos que esperar hasta 1972 a que el Whitney Museum desempolvara unas cuantas fotos para saber de su existencia.     

Artista con su cámara Zeiss Juwell, 1936. Fuente: LOC 

Poco antes de fallecer, Lange confesó que el personal militar de Manzanar no la dejaba ni a sol ni sombra y que sus fotografías, tras la Guerra, fueron confiscadas. Durante unos cuantos años la fotógrafa estuvo sin saber de su paradero. Lange también mencionó que se le hizo firmar ante notario y bajo juramento que nunca revelaría información sobre el Centro. Quizás el hermano de Dwight Einsenhower, Milton Eisenhower, por aquel entonces jefe de la agencia encargado del traslado de la población asiática y con anterioridad, director en la Administración de la Seguridad Agrícola, agencia para la que trabajó Lange, decidiera que la visión crítica de Lange fuera demasiado subersiva. Y eso que Lange no podía hacer un trabajo bien hecho por la cantidad de trabas que le habían impuesto: prohibido hablar con los internos, no podía hacer fotos de las alambradas, tampoco de las atalayas de vigilancia, ni de los guardias. Los barracones también le estaban vetados. Y si podían, la dejaban dinero a deber o incluso la cargaban con  acusaciones falsas tipo se ha quedado con los negativos. En cuanto pudoEisenhower decidió prescindir de sus servicios  y, en julio de 1942, la despidió. Ansel Adams, el eterno buscador de la belleza, sustituiría a la optimista empedernida, la que siempre tanteaba en la dignidad de lo humano, para, entre otras cosas, arrancar el espíritu de la democracia.  

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