domingo, 12 de junio de 2022

Depuradas y filtradas.

Me ha dado por pensar que, de estar con nosotros, el bueno de Frank Zappa, con sus llamativas letras, este maestro de la blasfemia y el humor absurdo no hubiera dejado escapar la ocasión de incluir algún verso dedicado a las aguas municipales de Detroit. Grandes desconocidas para el soldadito de a pie, pero que, para las grandes multinacionales que se dedican a saciar nuestra sed, son un manantial de ingresos. Pepsi y Coca-Cola son algunas de las que nos traen, con sus marcas, Aquafina es de Pepsi y Dasani de Coca-Cola, pureza embotellada. 

Cortesía de USDA ARS.

El 99% del agua filtrada estadounidense es agua potable. La de Detroit, afortunadamente, no es ninguna excepción. Pepsi y Coca-Cola nos venden la comodidad a precio de oro y con coste ecológico. Este mercado de las aguas es un mercado con mucho tirón. Se prevee que, para el 2026, alcance los 400 billones de dólares (en billones americanos). Cada marca acuosa factura más de un billón de dólares americanos. Y estas megaempresas no son las únicas que sacan provecho de las aguas filtradas. En Estados Unidos, más de la mitad del agua embotellada chupa de las aguas purificadas de otros ayuntamientos. Supongo que la de Detroit no da pa más. En el 2019, los americanos se bebieron 42.7 billones de galones (sigo con los billones americanos). Esta cifra superó las ventas de bebidas carbonatadas. Y la botella, a la basura. 

Por si faltaba morro, estas empresas suelen ser morosas y morrosas, y, si no se les llama la atención, dejan su factura del agua con unos cuantos ceros a deber.  El ayuntamiento nunca les ha cortado el suministro por su capacidad para afrontar el pago cuando les viniera en gana. Eso sí. Al detroitino que deba más de 150 dólares le cortan el grifo, con y sin capacidad de recuperación económica.   

 Las aguas de Detroit, qué duda cabe, están más que depuradas. Y filtradísimas. Sobre todo bien filtradas.

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