domingo, 25 de noviembre de 2018

Que se lo lleve el aire

CHICAGO [plane], just landed 1924
Hay que agradecerle a las Naciones Unidas la implantación del CORSIA, El Plan de compensación y reducción de carbono para la aviación internacional. Hace unos años que algunos ya van viendo las emisiones de CO2 pelín descaradas con el medio ambiente, aunque otros sigan empeñados en negar lo evidente. Para que nos hagamos una idea de su impacto. De Madrid a Boston unas 3400 millas ida. De Los Ángeles a Chicago unas 2000. Por la visita a California e Illinois a cada pasajero le toca en trayecto de ida y vuelta unas 1000 libras de CO2. A Madrid, echemos la cuenta. Por cierto que, Delta, la compañía aérea, ya se ha lanzado a la piscina y desde abril sus rutas más transitadas ofrecen medidas destinadas a mitigar estas emisiones.

Ya en tierra, los quebraderos de cabeza los dan las vacas y el metano que se fuga de sus cuerpos. Veinticinco veces más potente que el CO2, a día de hoy todavía no se ha podido embotellar el gas con el que nos obsequian los más de mil millones de reses (unas noventa millones made in USA) que circundan el orbe. Aunque no hay mal que por bien no venga y de la boñiga, con unos cuantos microbios, sacamos el biogás. En caso de que nos dé la vena ecológica y decidamos pasarnos al cerdo o al pollo las opciones son mejores, sí. Los cochinos nos regalan 8 kg de metano por kg de carne mientras que los pollos nos dejan un poco más de 4 kg. Pero hay que tener en cuenta que si estamos hasta arriba de ñorda vacuna, tenemos más de diecinueve mil millones de pollos picoteando la tierra. Alternativa: tirar de mejillón, dieta vegana o esperar a que algún día de estos la carne de laboratorio salga jugosita. 

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