miércoles, 14 de agosto de 2019

¿Quién lo hizo?

A sus estudiantes de literatura creativa en Princeton, Toni Morrison les daba muchos consejos que iban de lo obvio, pero no por ello menos relevante, "Busca un lugar propicio que suelte tu creatividad" hasta un "Cuando escribas no te quejes". Ellen Raskin no contaba con estos mandamientos, aunque con Morrison compartía su extremada atención al detalle y su capacidad para purgar sus escritos. Como Morrison, además de tener en el mes de agosto la fecha de fallecimiento pero de un 1984, Raskin también cuenta con premios literarios, (en 1979 ganó la Newbery Medal, el premio más prestigioso de Estados Unidos en literatura infantil y juvenil con su obra The Westing Game, El Juego de Westing, que tiene película de 1997 pero es horrorosa). El uso irreverente que hacen las dos de la lengua también las une. Morrison la rechaza para volver a reclamarla bajo su prisma de realismo increíble, mientras que Raskin la retuerce con fines humorísticos.

Raskin, autora de libros infantiles y juveniles, no era una sola Raskin. También existía la Raskin ilustradora, hizo más de 1000 dibujos, algunos ganadores de prestigiosos galardones, para las cubiertas de otros libros. Probablemente el más importante fuera el que hiciera para Dylan Thomas de su A Child's Christmas in Wales en 1959 (Las Navidades de un niño en Gales). La Raskin música y compositora dibujó las imágenes y dio las notas musicales a las Canciones de Inocencia de William Blake, uno de sus artistas favoritos, aunque en su lista también entraba Velázquez. Y la Raskin inversora, que, por lo visto, tenía un instinto muy bien desarrollado para las finanzas. Cuando Raskin no estaba ocupada en crear, se la podía ver animando al equipo de hockey en Nueva York, (aunque nació en Milwaukee, Wisconsin, vivía en Greenwich Village), en el zoo o de viaje (los zoos de Tokyo y de Barcelona no le pasaron de largo. Raskin también menciona a España como una de sus pasiones). 

Mystery of Babylon
La meticulosidad de Raskin era bien conocida. A una imprenta le hizo desechar y volver a imprimir unas cuantas copias porque no respetaban las medidas que ella requería. Los dedos infantiles tenían que contar con suficiente espacio para manipular el libro sin tapar las ilustraciones ni los caracteres. Ninguno podía tener más de doscientas páginas, ciento noventa y dos era el número mágico, el uso del gris limitado y los márgenes debían cumplirse con religiosidad. Todo para asegurarse de que al niño se le estaba garantizando una observación limpia y amplia para encontrar las pistas ocultas que le ayudarían a reconstruir la escena y resolver el misterio. Las obras de Raskin son eso: precisión relojera. Una perfecta obsesión por la investigación que, inevitablemente, nos llevará a demostrar quién lo hizo.

Por si interesa, parece que uno de sus libros, The Tattooed Potato and Other Clues, El disfraz disfrazado y otros casos, fue traducido al español.

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