lunes, 18 de mayo de 2020

De fallas y fallos.

Y ya que hablamos de calamidades, y que en la zona de Carson City, Nevada, hace unos días se registró un seísmo de intensidad 6,5, hoy, una de terremotos.

Poag, Hawaii, volcano

Gracias a la magia del celuloide, a muchos nos resulta familiar el famoso terremoto de San Francisco. Sucedió un 18 de abril de 1906 y su magnitud, según los expertos, (la escala de Richter y Gutenberg aparece en 1935 y, por tanto, es difícil dar un valor exacto), se encontraba entre los 7, 7  y los 7,9.

Los movimientos sísmicos del país no solo se quedan en la falla de San Andrés, sino que tocan la otra costa. Y en el centro del país, en el valle del Misisipí, en la denominada zona sísmica de Nuevo Madrid, también se dan movimientos sísmicos de una magnitud considerable. Ocho estados son los más proclives a que sufrir esta furia, siendo Oklahoma, el más vulnerable de la lista. Por lo visto, las temperaturas frías de la zona y el suelo blando del valle favorecen la amplificación de la magnitud de la onda. 

Y el panorama que pintan los investigadores no es nada bonito: a esta zona sísmica puede que en menos de 50 años le pegue un terremoto que supere los 8 grados. Y lo peor: el gobierno está poco o nada preparado para afrontar un desastre de esta magnitud. En el 2019 a las autoridades se les ofreció simular un seísmo de 7, 7, el Shaken Fury, (La furia sacudidora) y amablemente dijeron no gracias.

Mitiguemos el susto, si es que se puede, con la falla Wasatch, en la zona del valle de Salt Lake, área que solo ocupa los estados de Utah e Idaho. En caso de que un seísmo nos pillara en uno de ellos, la intensidad del horror, dicen, no superaría los 5,7. Aunque hay voces autorizadas que no se quedan tranquilas con este número y también lo suben a 7,5

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