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El americano, se queja el padre, ha ido cediendo sus libertades, seguramente por la presión de algún marxista, y ahora el país se ve en este estado de postración.
Menos mal que la venta de armas no se ha visto afectada por esas limitaciones marxistas y que, el país más rico del mundo, siempre preparado para cualquier eventualidad, responde, aunque sea con tácticas marxistas, como la entrega de comida a desamparados que esperan, eso sí, en coche, a que les llegue el turno. Recuerdos de la Gran Depresión.
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