martes, 11 de abril de 2017

Y por dónde has subido

Esto de las casitas en los árboles para que los niños puedan huir de la ruindad paterna está muy bien. Tan bien, que muchos padres han decidido mudarse allí. Permanentemente. Porque, tal y como se están poniendo las casas y las cosas, es mejor evitar tocar tierra y verlo todo desde la copa de los árboles. La vista, desde luego, es inigualable. Aunque uno estuviera mirando a un vertedero seguiría siendo única. Desde luego preferible al barullo y las tropelías de abajo.

Pero no nos vayamos a creer que algunos no han tirado la casa por la ventana en lo que a decoración y recursos se refiere. Por ejemplo, las hay con forma de castillo, con habitaciones separadas o con paneles solares. La instalación de cañerías y electricidad es de obligada aparición. Al fin y al cabo es una vivienda como otra cualquiera. Eso sí, cuando hace viento la casita tiene que ser como un bote en alta mar. Y cuando hay tormenta, a menos que tenga pararrayos instalado, me parecería que es casi como meter los dedos en un enchufe. Y de las termitas ya ni hablamos. Los materiales, no nos vayamos a creer, son respetuosos con el medio ambiente. Eso sí, el bolsillo se resiente un tanto porque, al fin y al cabo, cuesta mantener una casa, sobre todo cuando la hemos tirado por la ventana y ha ido a parar entre dos árboles, esperemos que recios. Pero no hay problema porque, oreando el bolsillo, se puede pedir al inspector arbóreo que nos lo mire, para que Tarzán, Jane y Boy hagan las 24 horas del día sus pinitos arborícolas.


Lamentablemente, aún no he visto ninguna liana.

Por cierto, para ver este tipo de casas en todo su esplendor, hay que ir a Oregón.

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