martes, 16 de junio de 2020

¡Qué va pasar aquí!

Ya es hora de traer al padre Charles Edward Coughlin, radiopredicador católico, envidia en exitazo mediático para la FOX o los Rush Limbaugh, que, con su intransigencia, consiguió unos 30 millones de radio oyentes en los años 30.

Coughlin, hijo de estadounidense y canadiense, casi toda su obra la hizo desde Detroit. Hombre de contradicciones, primero fue un sí te apoyo al New Deal de Roosevelt y luego una crítica feroz que, con tiempo, la Iglesia Católica logró quitarse del medio, poco después del ataque japonés de Pearl Harbor. Desde su conglomerado radiofónico, la Radio League of the Little Flower (Liga de la pequeña flor), Coughlin llamaba al aislacionismo en su ratransmisión semanal, que, en 1936, se escuchaba en 36 emisoras. Estados Unidos debía mantenerse alejado de lo que viniera de fuera y no jugar a hacer pactos ni alianzas, en especial con la malévola Europa, si no quería que sus males contaminaran también a América.

El padrecito odiaba los extremos: rechazaba el comunismo y al nazismo por igual, y criticaba, con voz de hierro, al capitalismo feroz. Según él, existía una conspiración internacional de banqueros y comunistas, empeñados en destruir la inocencia de la República. Eso sí, reconocía que el capitalismo no había hecho una distribución justa de sus frutos (curiosamente, la Liga de la pequeña flor aceptaba donativos, un dólar diario por retransmisión en la que se nos recordara, dos dólares si queríamos incluir a nuestra madre en el recordatorio a través de las ondas), y que, por eso, la queja de los comunistas tenía razón de ser. Solo la vuelta a las enseñanzas del Señor podría sacar a Estados Unidos del atolladero. Y así, sus dieciséis principios de justicia social, centrados en la libertad de conciencia y de educación para la clase trabajadora, los inmigrantes no entraban en el bombo, salen a la luz.


Pero con tantos -anti, anticomunista, antinazi, antifascista, (Coughlin decía estar en contra del fascismo, aunque en Alemania, Italia y Japón era vitoreado), y anti KKK, a Coughlin se lo llevaron los demonios cuando a Roosevelt se le ocurrió nominar para la Corte Suprema a Hugo Black, un anticatólico que, hasta 1925, fue miembro del KKK en Alabama, tampoco era de extrañar que añadiera a su colección personal la de antisemita. El capital financiero internacional, en su mayoría judío, según el padre, era el causante de la Gran Depresión. Y todo por las ideas del ateo de Marx. En marzo de 1936, para proclamar su verdad, sacará su revista Social Justice, Justicia Social, con una tirada de doscientos mil ejemplares semanales. Y no será hasta que Roosevelt la prohíba, por cierto, bastante inconstitucional por parte del presidente, (las oficinas de correos prohibieron su distribución), que dejará de imprimirse.

Solo cuando las críticas y la audiencia comenzaron a echársele encima, Coughlin aflojó su ira. "No es mi propósito destruir el New Deal, sino perfeccionarlo", adjudicó. Aquí, un videoadulador de Coughlin, quizás la primera figura religiosa en esto de la predicación a través de los medios, para lanzar mensajes que nada tenían que ver con lo religioso.

Menos mal que con personajes como el padre siempre se puede sacar tajada artística. Y la lista es larga. Woody Guthrie lo menciona en su canción Lindbergh, el Doctor Seuss se burla de él en unas viñetas humorísticas. También lo usan Cole Porter, Arthur Miller, Philip Roth, Sax Rohmer o Sinclair Lewis. Por cierto que Lewis nos lo encarna en el obispo Prang, (un prang es una torre de un santuario aunque también significa accidente o choque) en su novela satírica It Can't Happen Here, (Eso no puede pasar aquí), título que años después tomará Frank Zappa para una de sus canciones. La novela, escrita en 1935, nos presenta el ascenso y la caída de Berzelius "Buzz" Windrip, un demagogo con buena labia que llega a ser presidente de Estados Unidos. Windrip es un personaje bastante totalitario, que pretende recobrar los antiguos valores, entre ellos el patriotismo, lo que requiere, claro esta, acción contra el inmigrante. Algunos han querido ver cierto parecido con otra personalidad política del momento. La verdad es que ahora mismo no caigo. 

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