Cierto es que, al reventar esas puertas, el presidente autorizaba una competición justa en la lucha por entregar más trolas en la que, a los de ideología más moderada, también se les permitía contribuir con las suyas.
Pero ya sabemos que las bolsas más gordas suelen ser las de grandes empresas con cuerpo republicano, con lo que los liberales, normalmente más modestos en recursos, se las ven y se las desean para que se les oiga entre estos vociferantes. De ahí que sean los Rush Limbaughs o los Bill O'Reillys los que se lleven el gato al agua.
¡Manipuladores informativos del mundo, uníos!
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