miércoles, 6 de julio de 2016

El celo patrio nos vuelve…tontos.

Siguiendo la estela del 4 de Julio, me parece oportuno repasar un poco de Historia. Hace años, cuando era profesora en un colegio de Boston, justo antes de que comenzaran las clases, teníamos que recitar el Juramento de lealtad a la bandera (Pledge of Allegiance). No es que fuera obligatorio, de hecho la Primera y la Decimocuarta Enmienda de la Constitución contemplan dicha ilegitimidad, pero aún sigue habiendo casos en los que este celo por el símbolo patrio quebranta esta normativa. Y le puede pasar a cualquiera. Así le sucedió a una enfermera de un centro escolar, (las escuelas cuentan con una como miembro permanente de la plantilla), la cual se negó a darle asistencia médica a una estudiante que no había cumplido con su obligación patria de levantarse para abrazar el Juramento, una adhesión, que muchos recitan como loros, pero cuyas palabras desconocen por completo.

Los ateos, esa banda de gángsteres que trastocan todo allí donde plantan el pie, han levantado una página web en la que exhortan a los estudiantes a que se nieguen a aceptar el texto enmendado de 1954 bajo el macartismo. Sí. Resulta que el propio himno es un “remiendo” creado para servir los intereses anticomunistas de Estados Unidos, aunque la cuña, ya había sido introducida unos años antes por los Caballeros de Colón, (The Knights of Columbus), una organización católica solo para hombres. “Y a la República que representa una nación bajo Dios, entera” (to the Republic for which it stands, one Nation under God, indivisible), es la cuña que identifica a creyentes con patriotas.

En esta obsesión por el respeto a la bandera, la representación de las trece colonias y los cincuenta estados, la limpieza de dicho símbolo debe ser esmerada. Se debe lavar a mano, y si toca el suelo o está en un estado irreparable, debe ser incinerada, y no puede ser mancillada por ningún tipo de imagen que sea ajena a la tela. Por supuesto, existe un código que regula sus prácticas.


Sin embargo, a tenor de lo que vemos en la imagen tomada el 4 de Julio, podemos apreciar, además de los colores tradicionales, el blanco, el rojo y el azul, una tonalidad foránea, a caballo entre el marrón, el amarillo y el negro, que de inmediato identificamos con el indiscutible color de la suciedad. Es un alivio saber que las autoridades competentes no se toman los rigores de estas disposiciones al pie de la letra.

Estados Unidos es el paladín de los derechos y libertades de los ciudadanos. La libertad de credo, así como su falta, las defiende la Constitución, aunque, otro día hablaré con más detenimiento sobre este punto, todavía está por verse que un presidente sin creencias religiosas salga elegido en este país. El celo, a veces, nos puede volver tontos, locos o una combinación de ambas. Si no, que se lo pregunten a las autoridades que izaron esta bandera…

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