viernes, 8 de julio de 2016

Qué cruz...

Hace unos meses me preguntaron cómo veía las elecciones presidenciales.

Desasosegante. Obama se equivoca: la población sí asiste a las presidenciales como si fuera un "reality show". No creo que vaya a imponerse el sentido común. Las zonas costeras, tradicionalmente un reducto de racionalidad, también están sucumbiendo a la locura. Muchos católicos, gentes de bien y adineradas, son adeptos al mensaje "trumpero" con la esperanza de que les bajen los impuestos. Aquí, esta palabra, tiene más poder que el Papa.

Por aquel entonces se me olvidó mencionar que no solo las “gentes de bien y adineradas” se adherían a esta proclama, sino que también existe otro sector, de corte rural y cristiano, gente mayor abrazada por lo que aquí se conoce por Medicare, o lo que en España equivaldría a la seguridad social, que, el Día del Señor, claman desde los bancos de las iglesias que el País va a la deriva porque está en manos de pervertidos descreídos.

Desconozco cuál es su criterio para hacer dicha afirmación, pero me da la impresión de que su modelo de “cristiandad” no debe incluir a mujeres que lleven pantalones, (a Hillary Clinton se le ha criticado por ello), o a presidentes que, aunque hayan vivido en la tradición cristiana, se les acuse de ser el Anticristo y de jurar el cargo sobre el Corán. Tal vez esté equivocada, pero me pareció entender que, en la Tierra de las libertades, no se podía estigmatizar a nadie por motivos religiosos, incluso después de afirmar su lealtad, ¿al país, al cristianismo?, sobre la Biblia de Abraham Lincoln. Seguro que prefieren al republicano de pro, al billonario protestante, que sabe de caudales, defensor infatigable de sus bolsillos. Y, si son coleccionistas de biblias, como Trump, entonces, es la guinda.

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