Mientras que muchos institutos han decido aprobar que las clases en Boston comiencen a las 8:25 en lugar de las benditas 7:25 de la mañana a partir del año que viene, resulta que, en los colegios, se aprueba que se adelanten (no existe una normativa que diga que las clases tienen que comenzar a la misma hora en la ciudad, ya que depende de lo que decida cada comunidad). Muchos padres ya han puesto el grito en el cielo por el trastorno que el cambio les va a suponer. Dinero, dinero, dinero. Los padres tendrán que buscarse a alguien para que cuide del niño hasta que lleguen a casa. Muchos eligieron la escuela básicamente por los horarios y ahora tendrán que hablarlo con el jefe y decirle que es por el niño.
Pero lo bueno es que Boston se ha comprometido a enviar misivas a los jefes de los papás que sean tozudos y que no sean muy comprensivos con esto del cambio, en las que se les sugerirá que también a ellos les cambien el horario. No sé si la cartita tendrá algún poder de seducción. Esperemos que, por los menos, los críos puedan sestear en la dureza del asiento escolar.
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