En marzo ya mencionaba en un post que, desde el 2012, año en el que comienza a registrarse el nivel de satisfacción mundial, los americanos no se encontraban con un ánimo muy dicharachero. De hecho, cada año sufre un bajón. En otro post, también hacía referencia a los atracones televisivos, especialmente los Netflixeros, y la probabilidad de que estos estuvieran contribuyendo a un aumento de la insatisfacción y de la depresión en el televidente.
Mary Meeker, socia en Kleiner Perkins Caufield & Byers, una empresa de capital de riesgo, nos dice que un adulto pasa seis horas de media pegado a un dispositivo digital. No sería de extrañar que esta adicción bien pudiera estar causando una alienación y/o depresión entre los adultos, tan sobreestimulados de desestímulos, que confían en encontrar refugio en la alienante otredad.
Y si esto está pasando con los adultos los críos tampoco se salvan. Parece que su salud mental está cayendo en picado. Entre el 2010 y el 2015 los síntomas de la depresión afloraron como esporas en este país. Más intentos de suicidio, especialmente en las edades comprendidas entre los 13 y los 18. ¿El culpable? El uso y el abuso del smartphone. A esta conclusión llegaron la doctora Twenge y sus colegas. Los muchach@s que pasaban más de cinco horas al día jugando con él acumulaban más características propias de una conducta suicida. Aunque el estudio no especifica si estos casos ya tenían una predisposición a dicho comportamiento, los autores son conscientes de ello, los resultados no dejan de ser alarmantes.
El aumento de la escolarización en casa me ha hecho pensar que, tal vez, los alumnos que se quedan en casa tengan una mente más saneada. Desgraciadamente no he podido dar con ningún estudio significativo que confirme tal hecho, y, mucho menos, con uno anterior al 2010 que también recoja los efectos del smartphone. Tan solo un estudio realizado en Israel por Neuman y Guterman entre alumnos con edades comprendidas entre los 6 y los 12 parece indicar que los alumnos que van a la escuela sufren más de depresión.
Desconozco cuál debería ser el siguiente paso. Por si las moscas yo me andaría con cuidado con el efecto smartphone. El difunto Steve Jobs (Mark Zuckerberg es un adepto de su filosofía) no permitía a sus querubines quemar el tiempo en sus iPads y otras flores de índole parecida. "Los peligros de la tecnología", decía.
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