domingo, 25 de marzo de 2018

Más solos que la una

El 20 de marzo fue el Día Internacional de la Felicidad y en Estados Unidos seguimos, como diría Sabina, "más triste que un torero al otro lado del telón de acero". Thomas Jefferson, aunque ya sabemos que tenía algunas faltillas, la más gorda poseer esclavos, también reconocía que cuidar del hombre y de su felicidad eran los únicos fines legítimos de un buen gobierno. Y, sin embargo, Estados Unidos, desde el 2012, sigue desplomándose en el ranking de los países que están más satisfechos con su vida. Tener una abultada buchaca debería empujar a sus ciudadanos a estar en una posición mejor, ahora ocupa el decimoctavo puesto en la lista mundial, pero parece que como no hay mucho tiempo para estar con los amigos y procurarse una manta emocional que cubra las espaldas, muchos terminan solos, al borde de la depresión, e incluso, lo hemos adivinado, de la locura.

Y es aquí, ante la presencia de tanta insatisfacción, cuando un buen gobierno tendría algo que decir, pero imagino que, entre otras cosas, en nuestra América, mantener una población saneada física y mentalmente significaría romper apretones de mano que darían al traste con infinidad de puestos de trabajo, que, seguramente en algunos casos, servirían para mantener la insalubridad del empleado. Pues sorpresita: resulta que en un estudio sacado en febrero, cuando un votante está satisfecho con su vida, tiende a repetir gobernante. Por el contrario, la infelicidad lleva a que las probabilidades del oponente de salir elegido aumenten.

En 1809, Jefferson decidió bajarse del asiento presidencial para disfrutar de la vida retirada de su Monticello, antes que tripitir en el gobierno y dejar que lo comiera la infelicidad. No cabe duda de que Jefferson se cuidaba en salud.

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