Me he acordado de esta normativa porque varias veces he ido a comprar verduras, me suele pasar con la verdura, y estaba en oferta. En el mostrador aparecía un precio y al pasar por caja me cobraban otro. Hoy me ha vuelto a pasar. Como ya me conozco la técnica, una vez efectuado el pago he esperado pacientemente en la cola en la que, además de adquirirse rascas de lotería y tabaco, también se puede hacer reclamaciones. Le he enseñado el justificante de compra a la mujer tras la barra de atención al cliente del supermercado. Me quería abonar la diferencia. Le he dicho que en ocasiones previas siempre me habían dado el producto de manera gratuita. Ellos no hacen eso, me ha dicho. Le he apuntado la primera normativa, en letras doradas, sobre una placa negra que parecía de mármol, colgada de la pared. A la vista. Tiene que estar a la vista. Así obliga la ley. OK, me dicho la defensora de los intereses de la tienda.
Me da por pensar en la cantidad de personas, seguro que muchos mayores, que no habrán apuntado hacia la tablilla y se habrán quedado con menos dinero en el bolsillo, dinero que, tal vez, les urgiera para cubrir el mes, y me ha dejado con mal cuerpo.
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