jueves, 5 de marzo de 2020

El autobús en las distancias cortas

Y mientras Warren deshoja la margarita con el me quedo, no me quedo y Sanders busca con desesperación el voto del electorado de color, en Nueva York será donde más caso le hagan, nos vamos con ellos de excursión en los autocares electorales. Aquí, un breve recorrido, en inglés, de su historia

Y para los que no sepan inglés. Según la revista The New Republic, fue en 1948 cuando, Thomas E. Dewey, republicano moderado y látigo de la mafia, se subió por primera vez al autobús para buscar el voto. En el autobús está la prensa, con lo que los candidatos y sus leales acompañantes deben ciudar muy mucho lo que les sale por la boca. Sin ir más lejos, la campaña del senador demócrata Ed Muskiewas terminó en 1972, cuando a su esposa Jane se le ocurrió decirle a los periodistas que le narraran historias picaronas. 

Atlantic City bus
Pero el que no corre, vuela. Sobre todo cuando las distancias a cubrir son muy grandes y no se tiene tiempo para ir admirando el paisaje ni saludar al público. En la carrera demócrata a 31 de diciembre del año pasado los candidatos gastaron más de 4000 millones de dólares en vuelos privados. En el caso de Biden, por cada veinticinco dólares que gasta, uno y pico lo destina a fletar un avión privado. Sanders, por su parte, reserva uno de cuarenta. Sanders utiliza los aviones de Apollo Jets LLC, una compañía de aviones privados de lujo afincada en Nueva York. El trimestre pasado se dejó mil doscientos millones. Para deshacer el daño al medioambiente hizo una aportación voluntaria de 23, 200 dólares para compensar por las emisiones de CO2. Biden le pisa los talones, con 924000 dólares gastados entre el uno de julio y el treinta de septiembre en 2019. Biden también compensó al medioambiente. Warren va detrás con su donación correspondiente para mitigar los efectos del CO2. Bloomberg es cuarto con 646000 dólares, aunque esta cifra solo cubre unos cuantos días de noviembre y todo el mes de diciembre. El gasto de Klobuchar fue modesto, mientras que Buttigieg también hizo su donativo a la causa medioambiental, redujo las partidas destinadas a los vuelos privados y se subió a más aviones comerciales. 

Aunque claro, estos gastos aún quedan lejos del millón o millones que paga el contribuyente cada vez que el presidente se va a patear a su club privado, Mar-a-Lago. Y me parece que, de donativo para reducir los efectos del CO2, nada de nada.

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