La presencia de candidatos como Bloomberg, un hombre con una fortuna personal de más de 600 mil millones de dólares y que se ha gastado unos 500 en solo cien días para poner anuncios a diestro y siniestro, siempre me hace dudar de la volatilidad del votante pero especialmente de lo democrático del proceso electoral. ¿Cómo es posible que, un individuo que quiera hacer su contribución a un candidato, solo pueda entregar 2800 dólares (esta cantidad varía anualmente según la tasa de inflación) y que Bloomberg se haya agasajado con esa millonada?
Sí, ya sabemos que uno puede hacer con su dinero lo que quiera, pero igual que esta cantidad es ajustada en el contribuyente también debería serlo para el candidato que se paga su actuación electoral.
Meterse en las tumultuosas aguas de la financión de los candidatos es un misterio que ni los más avezados saben vadear. Desde el 2010, año en el que el Tribunal Supremo autorizara la presencia de las SuperPAC, (parece que con las PAC no era suficiente), el proceso se hizo más enrevesado.
Para los que sepan inglés aquí va un cursito rápido sobre el funcionamiento de la financiación política. Un contribuyente este año puede dar al partido 35500 dólares para que el partido decida a quién se entrega el dinero. Una manera para evitar que parezca un soborno. Un individuo también puede dar a un comité de acción política, los famosos PAC, hasta 5000 dólares. Los PACs y cualquiera que quiera dedicar su dinero a echar pestes de un determinado candidato pueden contribuir sin restricciones en un grupo libre de impuestos amparado bajo la cláusula 527 del Código de Servicios de Impuestos Internos.
Y luego tenemos a los SuperPACs, que, con sus dineros, apoyarán o se opondrán a un candidato determinado. La única condición que se les impone a estos SuperPACs es que su actuación debe ser independiente de la campaña y del candidato al que pretende favorecer o perjudicar. Las donaciones a los SuperPACs son de carácter ilimitado. Y serán, probablemente, las fortunas de grandes compañías, esas que pueden permitirse una espléndida contribución, las que decidarán la suerte de un candidato. Eso sí. La Comisión Electoral quiere saber quiénes son esos donantes.
Por si esto fuera poco, la financiación puede proceder de lo que se denomina dinero suave y dinero duro. (Soft money, hard money). Y cómo no, también contamos con el oscuro (dark money). El suave es el dinero destinado a los PACs, comités de acción política, y a los Super PACs. No hay límite en las contribuciones suaves cuando se usan para apoyar una idea, no a un candidato. El dinero duro es la donación directa al candidato, mientras que al oscuro, como nos imaginamos, no hay quien le pueda seguir el rastro. Aunque, por lo que parece, no hay mucha diferencia entre el suave y el oscuro, ya que el suave parece atravesar un túnel de blanqueo. El oscuro parece venir de las organizaciones sin ánimo de lucro, que no tienen techo en las aportaciones que puedan hacer, y que tampoco están obligadas a dar detalles de su financiación ni a revelar la identidad de los donantes.
Lo que tenemos delante, una infinita oscuridad.
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