
Tres eran los pasajeros del Bremen: el piloto alemán Hermann Köhl, el aviador irlandés James Fitzmaurice, y el que ponía los dineros y el avión, un Junker W33, el barón Ehrenfried Günther Freiherr von Hünefeld.
Köhl había intervenido en la Primera Guerra Mundial. Von Hünefeld, por su parte, también sabía volar, aunque no se le permitió la entrada en la Fuerza Aérea por cuestiones de salud. Por su parte, Fitzmaurice fue miembro de la Real Fuerza Aérea Británica, aunque la dejó para unirse a las Fuerzas Aéreas Irlandesas.
El avión, que estaba previsto que saliera de Dublín a finales de marzo, tuvo que postergar la salida. El mal tiempo le impidió el despegue. El aterrizaje, que en un principio se pretendía fuera en Nueva York, tuvo que hacerse en la isla Greenly, en territorio canadiense. Una tormenta, el mal funcionamiento de la brújula y una fuga de carburante fueron las causas del aterrizaje forzoso.
Los tres mosqueteros del aire aterrizaron en un lago helado pero lograron salvar la vida y reparar en Nueva York el Junker del barón. La hazaña les valió unos cuantos meses de gira por Estados Unidos y Europa.
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