Un héroe. Y el que traigo hoy no tiene nada que envidiarle ni a Iron Man, ni al Increíble Hulk. Nuestro hombre se llama Joe Magarac, y es el salvador de los trabajadores de las minas de acero. Era tan fuerte y su capacidad de resistencia tal, se dice que nació en una montaña de mineral de hierro, que podía hacer el trabajo de 29 hombres al mismo tiempo, (al día se hacía unas 2000 toneladas de acero él solito), cortaba las planchas de metal con los dientes, podía parar un tren con un brazo y, en el trabajo, nunca se tomaba un respiro para comerse un sándwich y bañarlo con una cerveza. Seguro que los dueños de las acerías no pondrían reparos a esta devoción por el trabajo.
Magarac era tan fuerte que una vez evitó que una mole de acero de crisol que pesaba cincuenta toneladas aplastara a sus compañeros de fundición, librándolos así de una muerte segura. Medía unos siete pies de altura. Su cuerpo estaba hecho de acero, aunque eso no le impedía llevar una vida normal. Vivía de pensión en casa de la señora Horkey, el jornal no le daba para más, y estaba enamorado. A la chica, la más bella del lugar, la ganó en un concurso de levantar peso, pero desgraciadamente la jovencita, Mary Mestrovich, así se llamaba, no le correspondía, y él dejó que se uniera a Pete Pussick, su verdadero amor.
No se sabe a ciencia cierta de dónde era Magarac. Algunos dicen que era húngaro, otros, serbio, los hay que dicen que era croata y otros de Bohemia. Su apellido es burro en croata, pero, lo que queda fuera de duda, es que era inmigrante. Su nombre se deja caer por primera vez en 1931, cuando Owen Francis escribe un artículo que se publica en la revista Scribner. Francis dijo haber obtenido la historia de boca de los inmigrantes croatas que trabajaban en la fábricas de acero de Pittsburgh.
Años más tarde, en 1948, Irwin Shapiro le carga a Joe en una novela infantil con otra heroicidad: la de sobrevivir a la discriminación. En la novela, titulada Joe Magarac and His USA Citizen Papers, Joe Magarac y sus papeles para la ciudadanía estadounidense, Joe consigue recaudar los 1000 dólares que le cuesta hacerse ciudadano. Cantidad nada desdeñable si tenemos en cuenta que, en 2014-15, creo recorder que pagué una cantidad similar. Con la administración Trump, las cuotas han subido.
Por desgracia, Joe da con dos senadores de turno que le instan a que se vuelva a su país. Esos senadores desconocen el horror en el que han caído. En su cólera, Joe arrasa con lo que se le pone por delante: vías del tren que había ayudado a levantar, edificios... La rabia de Magarac termina encaramada en el Capitolio, en Washington, D.C. Al final, sin chica y sin papeles, Joe decide derretirse y hacer un último sacrificio, ofreciéndose en forma de barra de acero para que de él salga un edificio.
Que la fuerza de Joe quede con nosotros.
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