
En un principio estaba previsto que el conteo de la población acabara el 24 de octubre. Pero la mano del cuerpo ejecutivo logró hacer un requiebro y pasar la fecha al 30 de septiembre, para que así hubiera menos tiempo para contabilizar al personal. Pues bien, la juez Lucy Koh ha vuelto a frenar las ansias trumpistas con una orden que impide que se comiencen a relajar las labores de conteo. El viernes, 17 de septiembre, audiencia judicial. De salir adelante la demanda contra el Census Bureau, la operación conteo pudiera prolongarse hasta bien entrado el invierno, independientemente del que se lleve la Casa Blanca.
Uno de los mayores inconvenientes que se le presentaría al Census Bureau, nuestro Instituto Nacional de Estadística, sería volver a echarle las redes a los cientos de agentes censales que ya se ha quitado de encima. (El 11 de septiembre comenzó precisamente la fase dos, es decir, encomendar menos viviendas a contabilizar para que sobren agentes y haya que despedirlos). Volver a trabajar, esta vez con fríos y nieves, pateando las calles, no creo que vaya a tener una gran acogida. Aunque el cambio de mascarilla por pasamontañas probablemente sería bien recibido.
Y, hasta nueva orden, el viajecito a Misisipi, cancelado por culpa de la Sally, la tormenta tropical. ¿Que cómo lo sé? El censo aún no me ha borrado de su mapa y sigue empeñado en castigarme con sus notificaciones electrónicas.
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