miércoles, 5 de julio de 2017

Rocky se sube conmigo

Ah, nuestras queridas mascotas. Esos fieles seres que nos acompañan allá donde vamos y que nos cubren el cuerpo de lametones, eternamente entusiasmados con nuestra presencia. Qué sería de nosotros sin ellos, sin su ingenuidad, sin la entrega, incondicional, de su amor. Y aunque a veces a uno le da por hacerse esta pregunta, sobre todo a los que tienen animal que los quiera, seguramente que la cuestión opuesta, el qué sería de los demás sin mi mascota, les rondará menos, por no decir nunca, por la cabeza.

Pues bien, creo que a un pasajero de Delta sí que le rondó. Y mucho. Y no solo más arriba del cuello, sino por todas y cada una de las partes de su cuerpo, en especial las piernas, brazos y rostro, cuando tuvo que soportar los ataques de un perro que iba como pasajero en cabina y no era guía.

Como ahora resulta que todos andamos un poco de los nervios, para aliviar nuestra condición, se nos deja volar, creo que se requiere previa autorización médica, con nuestra mascota. Lo que no tengo muy claro es si el gatito de Bengala, la serpiente Pepa, o la avestruz Choni también pueden volar por el morro y, lo que es más importante, sin el morro amordazado. Me imagino que estará contraindicado por el doctor, ya que los ósculos y el calor del lengüetazo animal son parte esencial de la terapia de recuperación y con bozal no se siente lo mismo.

No podía estar más de acuerdo. Sentir, se siente más, sobre todo si es otro el que lo siente.

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