miércoles, 3 de enero de 2018
¿Se lo envuelvo para regalo?
Aún envueltos en los tres mil millones de rollos de papel regalo que se estiran en Estados Unidos, me he acordado de los hermanos Rollie and Joyce Hall, los cuales no son solo los promotores de tapar el obsequio con papel bonito, sino también de lanzar al mercado la tarjetita que lo acompaña. Creadores de la sorpresa, magos, sabedores de que romper el papel y descubrir el objeto oculto iba a poner de buen humor al destinatario, los hermanos dieron el golpe con su arte de la personalización. Fue en Kansas City, en 1917, cuando América se empapeló de colores por primera vez. El papel, aunque dicen que ahora está más amenazado que nunca por las locuras de los que reciclan y las felicitaciones electrónicas, no parece que haya sufrido un decaimiento este año.
De Francia trajeron los hermanos el gusto por el papelito. Los lacitos vinieron en los años 30, y en los 50, especialistas en el arte de envolver como Beverly Blickenstaff, se echaban a la carretera para demostrar la técnica.
Estos hermanos de psicología sabían un rato.
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