domingo, 17 de marzo de 2019

¿Qué no se hace por hijo?

Virginia Smoot of Columbia Jr. High School tagged out at third by Mabel Harvey of McFarland School during the ball game which was part of the field day of the junior high schools today
En dos semanas, comenzará el MCAS de inglés para los alumnos del décimo curso, nuestro 4º de la ESO. El MCAS (The Massachusetts Comprehensive Assesment system), es un examen estatal que comienza en el tercer curso de primaria y que se arrastra hasta la secundaria y con el que se pretende comparar las notas obtenidas en los distintos centros y distritos. También les tocará  examinarse de matemáticas y ciencias. Como no hay dinero para todo, los exámenes de historia y de ciencias sociales se ha aplazado hasta nueva orden.

Los examencitos tienen sus detractores. “Los contenidos están dirigidos a aprobar el examen”, dicen algunos. “Los resultados no son fiables ya que cada año se pide una nota más alta”, se quejan otros, mientras que otras voces se dejan oír argumentando que estas pruebas no indican si un estudiante domina los conceptos y solo sirven para crear ansiedad en el alumnado. Seguramente todas estas aseveraciones lleven algo de razón, aunque el Instituto Donahue de la Universidad de Massachusetts lo tiene claro.

Los resultados dependen básicamente de factores socioeconómicos. En una palabra. La demografía de los distritos cuenta. No es lo mismo un Brockton, una ciudad bastante deprimida en términos económicos, que un Weston. Y, como era de esperar, los resultados de un año para otro suelen mostrar escasas variaciones. Las zonas más pobres obtienen peores resultados que las más acomodadas.

La última de unos cuantos papás y mamás con recursos para comprar el acceso de sus hijos a universidades de élite, al fin y al cabo los progenitores siempre quieren lo mejor para sus vástagos, me ha refrescado la tesis del Instituto Donahue. Los alumnos que vivan en un ambiente conducente al estudio, sin distracciones a su alrededor, llámese qué voy a comer hoy, o mi hermanito no para de berrear y no puedo pegar ojo o cualquier otro horror seguramente obtendrán una mayor puntuación. Además, estos alumnos en muchas ocasiones también contarán con clases particulares y una preparación diaria que incrementará sus posibilidades de éxito.

Pero la inseguridad y el nerviosismo de estos papás les ha empujado a donar hasta 6, 5 millones de dólares por hijo, para garantizarse así un hueco en las aulas de la universidad deseada. Oportunidad. Nos pasa a todos. Juzgar, cuando los entrenadores deportivos universitarios se están llevando una millonada y a sus jugadores más de una vez se les permite la entrada académica sin saber hacer la "o" con un canuto pero la meten como nadie, se me hace muy difícil.

Y ahora a los tribunales y, el niño, tal vez, con expediente. Por amor de un hijo.

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