miércoles, 8 de mayo de 2019

¿Se puede caer más bajo?

Rosalie Jones as an auto salesman
El año pasado ocho taxistas con licencia para recoger pasajeros por las calles de Nueva York se suicidaron. El medallón, una placa de aluminio por la que pagaron a la City más de un millón de dólares para permitirles circular, resultó ser una losa. No es raro que estos conductores, muchas veces inmigrantes de primera generación, hubieran tenido que hipotecar sus propiedades para poder costeárselo. Pero desde que los grandes como Uber y Lyft se abrieron paso, la vida de los taxistas con medallón se hizo aún más penosa.

Aunque los conductores de Lyft tampoco escapan a las desgracias. En marzo de este año esta infame lista de fallecimientos en la Gran Manzana superaba a la de los taxistas con medallón. Se desconoce si los suicidios fueron motivados por los honorarios percibidos o si se debieron a otras razones.

Hoy los conductores de Uber en huelga. Apenas les da para cubrir gastos. Piden un 10% de comisión y una subida que alcance los 17 dólares a la hora para los que tengan su aplicación. Es la segunda huelga en dos meses. Y no les van a faltar si siguen recortando. La milla, que estaba a 80 centavos, consiguieron bajarla a 60.

Estos grandes están tanteando el terreno, a ver lo bajo que pueden caer. Los precios, se entiende.

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