martes, 14 de enero de 2020

¿Y los más guarretes son?

Los más guarretes no son los estadounidenses. En una de sus entregas sobre el país, Delibes nos decía que El norteamericano es un hombre higiénico, limpio ciento por ciento. Y ahí Delibes dio en el clavo porque, los estadounidenses, son de los que se duchan una vez al día. Y cómo sé esto. Las estadísticas no engañan. Reino Unido y China los menos pasados por agua, mientras que los colombianos y los brasileños se rocían más. Nótese que los españoles le damos menos uso al agua aunque estamos casi a la par que los estadounidenses.

Esta asiduidad en el lavado de cuerpo y cabello puede hurgarse en un pasado no muy lejano. Fue la industria jabonera, la Association of American Soap and Glycerine Producers (Asociación de productores americanos de jabón y glicerina) la que se encargó de crear el Cleanliness Institute (Instituto de limpieza) en 1927 para dar salida a sus productos. Desde su balcón, voceaban lo beneficioso que era consumir jabón, aunque nos quitara la piel a tiras y nos la dejara como la lija. Lo importante era quedarse como los chorros del oro.

Los objetivos: madres de niños en edad escolar, las cuales veían a sus pequeñuelos retozar en un ambiente microbiano. De hecho, la industria jabonera consiguió que por un tiempo las escuelas expendieran unos tickets de lavado a cada criatura que solo se podían conseguir previo lavado de manos. El billetito permitía la entrada a la cafetería, con lo que, si el colegial se negaba al frotado, no comía.

Pero antes que el miedo a los olores corporales, parece que el pánico al mal aliento ya estaba haciendo estragos. El famoso enjuague Listerine, comenzó su acuosa ruta en 1879, cuando se utilizaba en los quirófanos como desinfectante. En 1914, dos años después de que otro mal comenzara a angustiar a la población femenina, por nosotras básicamente entró el olor, Listerine salió al mercado para quitarnos el mal sabor de boca, aunque, seguramente, alguno que otro perdiera las papilas, quemado con la ráfaga del aliento fresco embotellado.

Solo quedaba por taponar otro olor aberrante. La halitosis sobacal. La comercialización del primer tapa olores surgió de una mujer. Edna Murphey, hija del cirujano que, en 1910, inventó el primer desodorante que nadie quería comprar. El antitranspirante, además de dejar un rodal rosáceo difícil de quitar, también producía picores. Eso sí, duraba tres días puesto. Para convencer a las damas del invento de papá, esta hija de Cincinnati pagó a una agencia de márqueting para que la ayudaran a meter el producto. Le asignaron al genio que llevaba la agencia de su ciudad natal, James Young, un antiguo vendedor de biblias, y ya sabemos por Flannery O'Connor, que el poder de un vendedor de biblias es, simplemente, irresistible.

Young solo tuvo que lanzar unas cuantas coplas para convencer al personal de que su fracaso amoroso se reducía al ignominioso rodal bajo la axila.

A woman’s arm! Poets have sung of it, great artists have painted its beauty. It should be the daintiest, sweetest thing in the world. And yet, unfortunately, it’s isn’t always.

¡El brazo de una mujer! Los poetas lo han cantado. Grandes artistas han loado su belleza. Debería ser el objeto más delicado y adorable del mundo. Desgraciadamente, no siempre lo es. 

Evidentemente el anuncio hizo mella, pues ninguna dama quería pasar por apestosa y olorosa. Tan bien le fue el negocio de Odorono, así se llamaba el desodorante, que, en 1929, lo vendió.

El desodorante para hombres vino más tarde, hacia 1935. Momento idóneo para atacar las inseguridades masculinas durante la época de la Depresión. Había que andarse con ojo en la oficina si no se quería perder el puesto por maloliente y desaliñado. Obviamente, los diseños y los olores del preparado tenían que ser distintos a los que usaban las féminas, ya que era inconcebible llevar el mismo olor. Así que, los diseños para él, no tardaron en materializarse, y en los 40, ya tenemos envases con forma de jarra para decantar güisqui.

Curiosidad: en el 2019, la palomita Dove, para mujer, y Dove Men Plus Care para ellos fueron los jabones más vendidos.

Y mañana, si el impichamiento nos lo permite, una de cerdos.

Definitivamente El norteamericano es un hombre higiénico, limpio ciento por ciento. 

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