domingo, 1 de octubre de 2017

¿Castigo o indulto?

Entre la genuflexiones de los jugadores de fútbol americano y las ofrendas lectoras de la Primera Dama llevamos unos días que no levantamos cabeza.


El mes pasado tuvimos, a nivel nacional, el día del Lee un Libro. Para conmemorar dicho acontecimiento, Melania Trump decidió enviar gratuitamente, a una escuela por estado, un lote de diez libros del Dr. Seuss, el caricaturista y escritor de libros infantiles. No sé si los destinatarios de los libros de los otros estados habrán actuado de igual modo, pero en Massachusetts la receptora de dicho lote, Liz Phipp Soeiro, además de agradecerle el envío, le ha recordado que no lo necesita porque el dinero les sale por las orejas y que quizás en otra escuela pudiera venir bien dicha contribución. También ha aprovechado la ocasión para recordarle que el afamado Doctor tenía un pequeño problemita con las cuestiones raciales y que, quizás, pudiera contribuir enviando libros con autores alternativos, por mucho que le guste este hijo de Massachusetts, Theodor Seuss Geisel.

Y es que el Doctor al comenzar su carrera como dibujante no entró con buen pie. Se le iba la mano con sus críticas gráficas a las minorías raciales, sobre todo las que representaban a la comunidad asiática. En una época en la que la amenaza japonesa planeaba sobre territorio americano, no es que fuera excusable que cargara las tintas y se le afilara el trazo, pero en cierto modo parece atenuar el hecho de que también él cayera en manos del terror y el odio. Roosevelt confió a su pluma la labor de apaciguar la voz popular que reclamaba campos de concentración para los japoneses, pero su fervor antijaponés o proamericano o una mezcla de los dos lo consumió. En 1943 acusado de haber sido el causante de llevar a América a la guerra, se alista en el ejército. Desde su cátedra como capitán comandante del Departamento de Animación ofreció sus servicios haciendo lo que mejor sabía hacer. Dibujando y elaborando documentales propagandísticos contra los japoneses en general, y los militares, (que no población), alemanes.

Sin embargo, al terminar la guerra, el corazón del Doctor se ennoblece y comienza a representar a los japoneses de manera más empática. Tanto es así, que el propio general MacArthur veta una de sus películas, Your Job in Japan, por mostrarse demasiado compasiva con el enemigo. Y en sus libros también se da la misma transformación. Incluso visita Japón donde conocerá a su gran amigo, Misugi Nakamura. De esta visita dicen que brotó en forma de libro Horton Hears a Who!, una visión crítica de la decisión estadounidense de bombardear Japón.  

No sé si conocer el pasado servirá de atenuante para convencer a la bibliotecaria. Particularmente, creo que el Doctor está sobrevalorado, para mi gusto un poco insípido, pero eso no le resta valor a su contribución. Desconozco si la Primera Dama era consciente de su historial. Recordemos que el Dr. también era un favorito de Michelle Obama, que se paseaba por las escuelas leyéndolo a los pequeñines. También lo era de Hillary Clinton y de Barbara Bush, que hacían ídem de ídem. Me pregunto si esto va a abrir una lata de gusanos que, poco a poco, se coma para siempre las figuras de John Wayne y las de otros hijos de la locura. A lo mejor es lo que deberíamos hacer. No estoy segura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario