martes, 17 de octubre de 2017

El veneno de Wilbur

Si ayer hablábamos de H. A. Rey, un idealista excombatiente de la Primera Guerra Mundial, hoy quiero hacerlo de un realista que luchó en la Segunda y que se marchó hace un par de días a una edad en la que probablemente tuvo tiempo para ver mucho: los 96. Junto con Robert Frost, Richard Wilbur probablemente sea el poeta más venerado de este país.

Nacido en Nueva York, pronto se marchó a vivir con su familia a Nueva Jersey hasta afincarse definitivamente en Massachusetts. Poeta laureado a nivel nacional, en dos ocasiones se alzó con el Pulitzer, además de otros prestigiosos galardones, como la Medalla Frost o el Premio Wallace Stevens. A Wilbur se lo conoce especialmente por sus poemas, pero también ha hecho labores de traducción. Moliere es uno de los autores en los que más se ha centrado, aunque también ha traducido a escritores de otras nacionalidades, como Borges o Guillén (Wilbur y Guillén coincidieron unos años en Wellesley College, la universidad en la que impartían clases, hasta la jubilación de Guillén).

Considerado un maestro de la técnica tradicional, sus representaciones de la naturaleza son frescas, vívidas y certeras, gotas de veneno destinadas a encallecernos para que, cuando nos llegue el momento, la vida no nos tome por sorpresa.


Aquí dejo algunos de estos bellos antídotos contra lo inevitable en traducción de otro venerable, Ernesto Cardenal.

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