El dichoso muro lleva en construcción más de veinte años. Comenzó por San Diego. Trece millas. Trump ha dicho que comenzará con su muro por aquí. No sé si se tirará el que ya está en pie. Supongo que sí. La contrata que se lleve el gato al agua preferirá empezar de cero y cascar más. No es cuestión de hacer una chapuza.
Veinte fueron las empresas seleccionadas aunque de momento ninguna la elegida. Algunas ciudades estadounidenses han dicho que harán la vida imposible a la constructora o constructoras que se repartan el botín. Las constructoras, nerviosas, han pedido protección gubernamental.
Algunas ciudades, como Jacumba en California, están sufriendo un retroceso en su economía con el paredón. Los vecinos de Jacume, al otro lado del acero sacado de un aeródromo de los tiempos de Vietnam, ya no se pasan a dejarse los cuartos, lógicamente.
En cuanto a los contratistas, que no desesperen que protección no les faltará. Porque, al fin y al cabo, se trata de revitalizar la economía. La de algunos por lo menos.
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