Si el favor que le hiciera el presidente Ford un 8 de septiembre de 1974 al presidente Nixon, y a América, por supuesto, sirve de ejemplo, entonces Trump se va de rositas. Frente a las cámaras, con un desparpajo que le llevara casi diez minutos confesar su decisión, digo yo que tratando de calentar los motores de la clemencia entre el público,
Ford otorga a Nixon un perdón sin condiciones
mediante el poder que le ha otorgado el Artículo Segundo, Sección Dos de la Constitución.
Supongo que Ford no logró el
calentón deseado, porque no salió reelegido en las elecciones del 76. Pero el público americano y el resto del mundo nos quedamos con un Nixon indultado por poder presidencial. Como los pavos de Acción de Gracias.
Y digo yo que a Roger Stone, para celebrarlo, puede que le dé por hacerse otro tatuaje del indultado, para que así el de Nixon que lleva a la espalda no se quede tan solo.
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